Con el recuerdo aún fresco de Secuestrados llega a nuestras pantallas Transgression, la segunda película de Enric Alberich (tras Visions d’un estrany, hace ya 20 añitos) que llega a la gran pantalla y una auténtica montaña de despropósitos hecha cine. Porque para hacer una película decente no basta con juntar unas cuantas cámaras y una inversión multinacional, hace falta un guión sólido y una dirección cuidada. Y precisamente de estas dos carece la cinta de Alberich.
Los pequeños detalles. El enemigo a batir:
Imaginemos por un momento que somos unos curtidos cacos que, embutidos en nuestros uniformes de los golfos apandadores, nos disponemos a asaltar y robar una casa. Tenemos dos opciones: Una es entrar silenciosamente, inutilizar a los inquilinos y ponernos tranquilamente al “tajo”. La otra es entrar dando un portazo, dar voces por la calle (en un barrio residencial) y quitarnos los pasamontañas rápidamente para lucir nuestras hermosas facciones… Adivinad cuál ha sido la opción que se ha elegido en Transgression. En eso al menos, la película rompe con los tópicos.
Y es que no nos engañemos, los detalles (grandes y pequeños) pueden encumbrar a una película al Olimpo del cine o desterrarla al olvido. El problema de Transgression es que el segundo tipo de detalles abunda tanto que desborda y consigue que un thriller violento y oscuro provoque carcajadas incrédulas en la audiencia. Tiempos mal medidos, motivaciones confusas, banda sonora sonrojante… Todo se une para lograr que una película de presupuesto millonario parezca un telefilme de puro y siesta.
Gran reparto, mal aprovechamiento:
En multitud de escenas a uno le viene a la cabeza la pregunta de cómo habrán engañado a Michael Ironside (un tipo curtido en películas como Top Gun o Desafío Total) para participar en este esperpento. Más aún cuando su personaje, como prácticamente todos los del film, no se mantiene ni resulta mínimamente creíble.
Más sangrante es el caso de Jonathan Keltz (El Séquito, El Espía), el actor neoyorkino se presenta como el díscolo hijo de Matthew (Ironside) que no tolera a su madrastra (Maria Grazia Cucinotta) para desaparecer acto seguido y dejar de contar para el desarrollo del filme. Habría salido mucho más barato tirar de cualquier guaperas español y, al menos, el factor gancho lo habrían tenido…
El único que parece estar en su lugar en esta comedia (llegados a este punto me niego a catalogarlo como thriller) es Yon González, que directamente renuncia a la seriedad y aporta una chispa de gracia con el personaje de Helio, que bien podría haber servido como “precuela” de su personaje en Torrente 4. Pero es notablemente triste que quien más encaje sea el más cómico de esta obra de “violencia e intimismo”. Del resto de «cacos» poco hay que decir, de poco les sirve a Carlos Bardem o a Fabio Fulco hacer buenas interpretaciones sis sus personajes son absurdos.
En resumen:
Un cuadro permanece visible en la habitación del matrimonio asaltado durante toda la película. Sobre fondo negro unas letras blancas resumen con claridad meridiana la impresión que causa este film: Not very interesting.
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