Definitivamente podemos afirmar que Joel Schumacher ha perdido el norte. Al autor de aquella violenta fábula sobre los límites del ser humano titulada Un día de furia se le ha olvidado dirigir. Ya no sorprende, ahora aburre. Su último filme es un despropósito, algunos lo llamarán thriller pero Bajo amenaza no tiene ni la intensidad, ni la crudeza, ni la seriedad, ni la técnica suficiente para catalogarse de esa forma. Billy Wilder contaba que cuando sus amigos directores le hacían ver alguna de sus películas, si éstas eran malas, él para no ofenderles se limitaba a decir: “Esto es una película”. Pues eso precisamente es lo único positivo que se podría mencionar de Bajo Amenaza.
El guión de Karl Gajdusek es difuso, tremendamente bobo y lleno de obviedades. La idea de que encierren a una familia en su propia casa para robarle requiere una sensación de angustia que se desvanece en los primeros compases. Diálogos forzados, situaciones inverosímiles o reacciones generalmente estúpidas por parte de los malos de la película son algunos de los defectos insalvables del filme.
Y luego están esos personajes mal construidos y sin ningún tipo de carisma. Como ese ladrón psicótico y enamorado que imagina relaciones. O sin ir más lejos como los dos protagonistas, los señores de la casa, interpretados por Nicolas Cage y Nicole Kidman.
Cage y Kidman, no creo que pueda haber menos química entre dos actores. Sus besos suenan falsos, sus miradas no son creíbles y por lo tanto la historia de su matrimonio no cuela. A pesar de todo hay que destacar el acierto de Nicolas Cage a la hora de aceptar papeles que vayan acorde con su edad y donde no necesite peluquines imposibles.
En la película todo gira en torno a una caja fuerte que supuestamente contiene millones de dólares en diamantes. Cuando se desvela el contenido de esa caja, ya se acaba el poco suspense que Schumacher había conseguido. Después todo falla, las traiciones entre los personajes no interesan, la motivación de los encapuchados tampoco, todo adquiere un carácter impostado que provoca que la poca tensión acumulada se desinfle.
El cúmulo de errores argumentales empeora con la torpe dirección de Schumacher. No es fácil rodar un thriller que acontece entre cuatro paredes, pero eso no es excusa viniendo del hombre que consiguió hacernos vibrar con un inmenso Colin Farrell encerrado en una cabina. Última llamada tenía un sólido guión detrás, eso es cierto, pero también estaba bien rodada. Sus angustiosos primeros planos o las tensas secuencias de diálogo entre Farell y Forest Whitaker nada tienen que ver con los irrisorios recursos de cámara que se utilizan en Bajo amenaza. En un forcejeo entre Cage y uno de los encapuchados la cámara está tan mal colocada que inevitablemente conducirá a la confusión del espectador, no es la única vez que ocurre en todo el metraje.
Hay poco que salvar de este pretendido filme de suspense. Al concluir tal abominación cinematográfica un servidor reflexiona sobre Nicolas Cage o Nicole Kidman y el motivo qué les ha llevado a hacer esta película.
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