Basándose en el film de 2008 Reykjavik-Rotterdam, Contraband narra como un hombre de familia (Wahlberg) se ve obligado a volver a su vida pasada como contrabandista para saldar una deuda y proteger a su familia. Con este punto de partida, Baltasar Kormákur (protagonista y productor de la original) firma un título que coquetea (y mucho) con el cine negro pero que apuesta por el thriller más comercial.
En este sentido Contraband ha dejado de lado la tragedia de Reykjavik-Rotterdam para ahondar más en el espectáculo, en la internacionalización de la historia; abriendo la propuesta a un espectro de público mucho más amplio y lo demuestra desde el minuto uno. Así, no son de extrañar las similitudes con películas como The Italian Job (curiosamente también protagonizada por Mark Wahlberg) y otras producciones con grandes robos como hilo conductor de la trama: planes imposibles, decenas de ases en la manga, un líder carismático, un equipo leal y una oveja descarriada cuya única función es complicar las cosas… Más si cabe, la influencia de la saga Ocean’s es palpable en la camadería dentro de la banda, ciertos puntos cómicos y la empatía hacia los criminales «buenos».
Kormákur se permite también la licencia de emular (salvemos primero las distancias) las tramas portuarias de The Wire para intentar darle un mayor grado de realismo a una historia que exige al espectador aceptar su realidad sin hacer preguntas. Y exige casi hasta el límite porque se mire por donde se mire las tres horas que tienen los personajes para llevar a cabo con éxito el encargo no dan para tanto. Eso es aprovechar hasta el último segundo, literalmente. Aceptando lo que se ofrece, Contraband es una cinta muy entretenida, con mucho ritmo y unos giros previsibles (algunos más que otros) pero efectivos.
El aquí productor y protagonista (se repite la jugada) Mark Wahlberg tiene bien cogido el punto a su eterna caracterización de héroe golpeado desde joven por la vida (como cualquier chico de barrio), leal y protector con los suyos y con madera de líder se rodea de un plantel con mucho nombre pero que no logra su misión de profundizar en el aspecto personal de la película.
En este sentido Kate Beckinsale es una de las peor paradas. A su personaje se le presupone una mayor fuerza (Wahlberg hace lo que hace por ella), pero no es más que un florero. Uno muy bonito, sí, y si tiene que haber uno, que mejor que sea como ella, pero una actriz de su categoría no debería aceptar roles así. En el lado opuesto de la balanza están Ben Foster (cuyo personaje es el que abraza una evolución más amplia) y Diego Luna, que si bien levanta escepticismo en su papel, se descubre como una auténtica (y grata) sorpresa.
Como a los olmos, a Contraband no se le pueden pedir peras y buscar comparaciones con Reykjavik-Rotterdam sería un error. Público e intenciones son diferentes. Promete entretenimiento y lo ofrece con garantías.
Deja un comentario: