Ahora bien, trasladar un cómic a la gran pantalla no siempre es fácil, muchas veces, de hecho, es una idea poco acertada. El Pato Howard era un señor bajito en un disfraz de peluche y el sarcasmo que le hizo famoso con Marvel se perdió en el film. El Superman de Superman Returns supuso un fiasco bastante desagradable… Por no hablar de la malograda Dragonball Evolution.
Priest supone un nuevo ejemplo de un cómic que funciona mejor en su formato de papel que en la gran pantalla. Los escenarios salidos de la mente de Min-Woo Hyung no tienen el mismo efecto en el cine y las frases que quedan muy bien en la viñeta que cierra una página no quedan tan resultonas para cerrar una escena. Esto es algo en lo que tenía que haber pensado Cory Goodman al escribir el guión (perdonémosle por su total inexperiencia en la escritura de guiones de cine) y que tenía que haber notado Scott Charles Stewart a la hora de dirigir la película (al que no perdonaremos después de su trabajo en Legión).
Por otra parte, y antes de meterme en materia con la película en sí, me gustaría reflexionar sobre la manía esa que hay en nuestro país de traducir los títulos de las películas como nos viene en gana. Priest es una palabra inglesa, significa sacerdote y, en cierto modo, es la mano ejecutora de las órdenes de dios. Esto debió de sonar mal a las cabezas pensantes que han traído la película a España y decidieron «suavizar» el término y sustituirlo por el de Sicario. Pues bien señores, si no querían ofender al clero no podían haber elegido peor. sicario significa, RAE en mano, asesino a sueldo generalmente vinculado a la mafia. Me cuesta ver a Dios como un capo con su puro y su traje a rayas. Bravo, cabezas pensantes, bravo.
La historia:
Queda muy bien resumida en el corto animado que se expone al inicio de la película, a modo de prólogo y que Sony colgó en la red hace una semana:
El protagonista sin nombre de esta historia es un Priest (o Sacerdote) cuya sobrina es raptada por unos vampiros. Pese a no contar con el apoyo de la Iglesia, que se niega a aceptar la evidencia de unos vampiros en libertad, este Priest (Paul Bettany) parte en solitario para tratar de salvarla y, de paso, acabar con cada vampiro que se cruce por su camino.
Lo cierto es que la historia de partida es atractiva: Un mundo post-apocalíptico, una guerra en ciernes, un poder corrupto… Lo que machaca la historia es que no parece haber nadie dispuesto a llevarla a buen puerto. Uno empieza a ver la película con mucho interés, pero poco a poco éste es remplazado por cejas enarcadas y, finalmente, por carcajadas de incredulidad ante los desatinos que iré enumerando más adelante.
Paul Bettany colaboró anteriormente con Stewart en Legión (parece que el pobre hombre no aprende) pero se hizo mundialmente famoso por su papel como Silas, el albino siniestro, en El Código Da Vinci. En esta película interpreta el mismo papel, pero en lugar de perseguir a Tom Hanks por medio mundo, mata vampiros en el desierto. Cuando digo que hace el mismo papel me refiero a que de nuevo tenemos a algo parecido a un monje musculoso, fanático y cubierto de heridas. Un personaje poco hablador, cubierto por unos hábitos que ocultan sus rasgos y con propensión a la violencia. No se le recordará por esta interpretación, porque no hay nada que recordar.
Cam Gigandet ofrece el contrapunto al protagonista. Su personaje, Hicks, es un joven sheriff enamorado de la sobrina del Priest. Es un personaje metido con calzador para compensar la pobreza expresiva del protagonista… El problema es que lo compensa con muchas frases a destiempo. Una pena.
En el papel de malo tenemos a Karl Urban (Eomer en la trilogía del Señor de los Anillos) haciendo el papel de Black Hat, una especie de vampiro-cowboy (¡qué les habrá dado este año por los vaqueros en Hollywood!) que busca venganza sobre el protagonista del film. Su personaje es tan difícil de mantener que por más que él lo intenta levantar con una buena interpretación, el espectador no lo termina de tragar.
El director:
Stewart es uno de esos especialistas en efectos especiales que se meten a dirigir películas un buen día y logran que la gente les pida volver a su anterior empleo. Esta es la segunda película que dirige (Legión, la primera, se mantuvo a flote a duras penas) y no parece que haya mejorado mucho sus dotes.
Nos vende una película de acción, suspense y terror cuando lo que hay realmente es mucho de lo primero y lo demás está sustituido por el clásico y facilón «cine de sustos» (que además son fáciles de prever sólo escuchando la música de cada momento). Encima nos encontramos con muchos fallos de bulto en el propio guión: escenarios poco atractivos (demasiado desierto para mi gusto en una historia de vampiros), personajes poco o nada trabajados y algunos detalles que son difíciles de dirigir, como el hecho de que la Priestess (o sacerdotisa) interpretada por Maggie Q sea una auténtica máquina de matar, entregada a su dios y al celibato…. pero lleva tacones en sus peleas. No sé cuántas de nuestras lectoras habrán intentado hacer acrobacias con tacones, pero me da que pocas.
La música:
Probablemente de lo poco que cuente con mi total aprobación. Christopher Young (Hellraiser, Hard Rain o la más reciente Spiderman 3) imprime a la banda sonora de esta película tintes oscuros y épicos que sirven de perfecto acompañamiento a la acción de cada momento. Me quedo con ganas de reescucharla por mi cuenta para disfrutar de algunas pistas verdaderamente interesantes. Y es que quizá sea yo, pero el uso de coros siempre parece dar cuerpo a las escenas un poco más flojas, como los paseos de los protagonistas por el desierto en moto. Aún así, por el carácter de la cinta, la banda sonora termina siendo buena música en una película endeble, que no saca todo el partido posible de ella, ni mucho menos.
En resumen:
Una película que podría haber sido mucho más de lo que al final ofrece. Entretiene, pero deja con la sensación de que podría haber sido algo realmente magnífico, en lugar de un producto tan flojo.
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