Es un gusto casi indescriptible la sensación de estar viendo una buena película, que te atrapa, te conmueve, te apasiona, en la que eres capaz de empatizar desde el principio con los personajes. Y es que cuando ves una película, en la mayoría de los casos, estás visualizando una obra artística. Es difícil puntualizar qué es arte, un término subjetivo, del que cada uno tendremos nuestra propia percepción. Muchos relacionan en demasía arte con renovación, novedad… Es algo importante pero no es indispensable, ni por asomo. Gracias a esta deformada visión del concepto, tenemos que convivir con el arte contemporáneo, que tantísimo puede provocar nauseas.
Nos encontramos ante una comedia clásica, donde no es necesario saber mucho de pesca, incluso puedes repudiarla, porque la pesca está siempre, aunque no lo parezca, en un segundo plano. Está llevada con maestría, sin grandes artificios, pero pulida como pocas. Los diálogos son fantásticos, sin necesidad de hacer reír al público pero capaz de producir en sus rostros pequeñas muecas de complicidad.
Un film dirigido por Lasse Hallström, nominado al Oscar por Las Normas de la Casa de la Sidra, (le gustan los nombres muy descriptivos), escrito por Simon Beaufoy ganador de un Oscar por Slumdog Millionaire y basada en la novela de Paul Torday.
Ewan McGregor, en un papel que lleva sin ninguna clase de esfuerzo, por su capacidad como pocos de actuar, encarna a un doctor que se ve envuelto en una historia tan disparatada, que sólo algunos Jeques Árabes de moda pueden emprender, como introducir el salmón en Yemen, para el disfrute, a priori personal, de su Excelencia. La mujer que contacta con él es Emiliy Blunt, representante de los intereses del Jeque y quien se encarga de buscar a un experto en pesca para llevar a buen fin la mastodóntica obra humana. Ambos se enamoran, de forma clásica pero en diferentes circunstancias y con diferentes procederes, que no nos hacen pensar que estamos ante una repetición de alguna película. Y es que uno no se cansa de ver historias de amor, todas parecidas, pero ninguna igual. Por otro lado está Amr Waked, interpretando al Jeque del quien crece la historia, en 111 minutos, como un bello árbol buscando la luz del Sol y quien se encarga de poner el toque místico al relato.
La pesca del Salmón en Yemen, no innova, pero la forma de relatar la historia, la magnífica actuación de los personajes, su humanidad, el simple hecho de que se vinculen a través de un McGuffin tan increíble como introducir el salmón en Yemen, tan simple, pero tan perfecto, hace que se produzca la sincronización de todos los elementos. No necesitamos innovar cuando tenemos a un gran director que sabe contar las historias. La película está llena de elementos ya vistos, multitud de veces: chico conoce chica, ambos comprometidos, llevar a cabo un objetivo poco probable, enemigos que hacen la meta más inalcanzable si cabe… incluso típicos personajes de comedia… Pero esta forma de contar historias lleva existiendo desde antaño. ¿Por qué nos atrae tanto? Quizás podría ser un campo de estudio para la evolución humana, social, incluso para la biología.
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