Estos chicos no cambian y parece que han querido repetir el éxito de la primera resaca en Las Vegas. Si algo sale bien, si una receta gusta, ¿para qué cambiarla?

Nos encontramos ante la misma historia, con el mismo esquema y casi los mismos personajes pero a miles de kilómetros del escenario original.

Los protagonistas, Ed Helms, Bradley Cooper y Zack Galifianakis se encuentran ante una nueva resaca tras una noche de locuras que de nuevo no consiguen recordar. El desarrollo de los acontecimientos sigue teniendo ese punto de frenetismo y estupidez un poco más pausado que en la primera entrega. No vemos tantos disparos pero sí los momentos de ingenio que necesitan para tratar de reconstruir lo sucedido en la noche anterior. Una película rápida de la cual presupones el final pero te inquieta saber cómo van a resolver todas sus meteduras de pata.

Nuestro estimado dentista, no quería despedida de solteros, pero basta que se junten para que acaben exactamente igual que en las Vegas. Sigue siendo el personaje en apariencia simplón, que da más juego que nadie en una noche de descontrol. Es el amigo insulso a primera vista, aquel que parece el aburrido del grupo y representa el desfase personificado en cuanto sale de su rutina. Es capaz de arrancarse un diente, casarse con una prostituta y en esta película es capaz de provocarnos risas, y algo de vergüenza ajena, algo a lo que no llegan sus amigos, los cuales parecen valerse de su buen físico para llenar minutos de pantalla.

La banda sonora se presenta casi como parte fundamental de la película. Canciones enérgicas que ambientan cada momento y sitúan cada escena en un viaje de locura. Si estamos en Bangkok con nuestros amigos, eso es lo que queremos oír. También encontraremos breves momentos de deleite entre tanta broma, susto y locura. Panorámicas de la ciudad y algunos paisajes parecen dejarnos descansar entre escena y escena. Son esos momentos en los que no sabes qué hacer, a veces esas pausas son demasiado largas y pierdes el ritmo y adrenalina que puedes estar sintiendo con la película.

Por supuesto, se cumplen los mitos absurdos que pueden suceder tras una noche loca entre amigos; tatuajes, heridas y momentos surrealistas que les traerán diferentes consecuencias. Son momentos que sorprenden al ser vistos en una gran pantalla aunque a menor escala podríamos ver cualquier noche de descontrol entre amigos.

En esta ocasión tendrán un «simpático» a la vez que problemático compañero, un mono que les traerá más de un problema. Parece que el recurso de utilizar al mono, medio amigo, medio cómplice «de los malos», viene siendo un éxito desde que se utilizara en la primera entrega de Indiana Jones. Si las películas que han utilizado este recurso han triunfado, ¿Por qué no repetirlo? Me resulta curiosa la necesidad de buscar un atrezzo adecuado para este pequeño actor capaz de trepar por los árboles. En esta ocasión vemos a un mono macarra, que pasa droga y lleva una cazadora con el símbolo de los Rolling Stones. Y para colmo de males fuma. Habrá que preguntar su opinión a los defensores de los animales. Y de los Rolling Stones.

Para todo aquel que haya sufrido en sus carnes una gran resaca, lo mejor de la película serán las fotos del final, las cuales acaban sacando más carcajadas que muchas escenas de la película. Instantáneas que parecen realmente improvisadas, son capaces de retratar con esa luz de flash momentos únicos. Si pudiéramos interpretar las risas del público a ciencia cierta podríamos decir que un porcentaje alto reía de manera nerviosa al verse reconocido en alguna escena.

Habrá que ver si no se acaba atragantando tanta resaca. Broma fácil sin mucho ingenio que puede sacar una sonrisa y varias carcajadas, aunque mejor verla entre amigos tras una buena cena.

Mientras tanto, el director Todd Phillips, parece que sabe superar bien la resaca en la taquilla.