Tras seis años dando tumbos en producciones de medio pelo como Todos están bien, Whiteout o Fragmentos, Kate Beckinsale ha vuelto a la franquicia que la catapultó a la fama y que promete ser el primer éxito de un año que parece deparar mucho a la intérprete, que también estrena en 2012 Contraband y el remake de Desafío Total.
Enfundada en su ceñido uniforme de látex, Selene (Kate) tiene que sobrevivir en un mundo en el que vampiros y licántropos ya no luchan únicamente entre sí, sino contra los humanos, que los han descubierto y los pretenden eliminar. Así, Underworld: El despertar deja de alimentarse de su pasado y su mitología (de donde quedaba muy poco que rascar) para mirar al futuro y sentar nuevas bases a posibles secuelas.
Måns Mårlind y Björn Stein le dan un lavado de cara a la saga respetando su esencia y construyen la que es sin duda la mejor entrega de todas. Con un planteamiento valiente ponen a su protagonista en una tesitura completamente diferente en la que la humanidad ve a las otras dos especies como una plaga a erradicar.
Esta ruptura entre la segunda y cuarta entrega (entre las que transcurren 12 años) queda explicada de forma muy ágil en una secuencia al inicio del film en la que se combinan la aparición de una presentadora de informativos con imágenes de las contiendas que recuerdan a las que vemos día a día en los telediarios y que EEUU (por ejemplo) lleva transmitiendo desde la guerra del Golfo. Imágenes que en lugar de acercar la guerra y sus miserias (como sucedió en Vietnam), dan una sensación de irrealidad y de videojuegos (como ya retratara Ridley Scott en Black Hawk derribado).
Así (y he aquí la ironía), la realidad inunda la mitología que rodea a Underworld y la hace partícipe de nuestro mundo.
El reclamo y la estrella absoluta de la función vuelve a ser Kate Beckinsale que se muestra mucho más violenta y despiadada que en las anteriores películas. Además de mostrar una espléndida forma física, poco se puede decir de su trabajo, ya que (sea por la poca complejidad del guión o por el elevado ritmo de acción de la historia), cuando no está corriendo o acabando con enemigos, su interpretación se reduce a pasearse por delante de la cámara.
Junto a ella, actores que han pasado por caja como Stpehen Rea o Charles Dance, que toman el relevo de los Bill Nighy o Derek Jacobi para subir el caché de la producción. Y sabedores del tipo de producto al que se enfrentaban, los directores han sabido condensar la acción en unos 88 minutos muy entretenidos.
Underworld: El despertar ha revitalizado una saga que parecía muerta porque ha sabido focalizar sus puntos fuertes y no ha intentado ofrecer nada más allá de sus posibilidades. Teniendo esto siempre presente, el mayor pero del film es su 3D (real en este caso). Y lo es porque la oscura fotografía (potenciada por la falta de colorido general) y el frenético montaje impiden que este (el 3D) pueda lucirse. No se trata solo de cómo usarlo, sino dónde, y este no era el lugar idóneo.
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