Entre toda la vorágine de películas familiares y cintas de “temporada Oscar” estas Navidades se estrena un documental que seguramente pase desapercibido para el gran público, pero que hará las delicias de los amantes del buen jazz. Michael Radford (1984, El mercader de Venecia) nos presenta en algo más de hora y media un repaso a la vida de uno de los mejores pianistas del mundo, un hombre que hizo caso omiso al dolor que le produjo desde su nacimiento una terrible enfermedad y que demostró la fuerza de los sueños cuando el esfuerzo por cumplirlos los acompaña.
Increíble banda sonora:
Destaca por encima de cualquier otra cosa en esta película su apartado musical. No podía ser de otra forma en un documental sobre un músico, pero es que el uso de los temas de Petrucciani está tan magistralmente utilizado que remarca de manera perfecta el carácter de cada parte de la cinta… y consigue que uno salga del cine con muchas, muchísimas, ganas de jazz. Además, observar al pianista en acción, un hombre que parecía estar compuesto de música con melodías en sus venas en lugar de sangre, es toda una experiencia que no os deberíais perder.
Un homenaje real:
Si hay otra cosa aparte de la música que me ha producido una impresión positiva de este film es el realismo con el que se aborda la vida de Petrucciani. Si bien la película no pierde en ningún momento el carácter de sentido homenaje que Michael Radford pretendía darle, tampoco renuncia a contar los aspectos menos luminosas del carácter del músico: sus múltiples matrimonios, su tendencia a la mentira y la exageración, sus escarceos con las drogas… Todo ello mezclado con sus arrebatadores ganas de vivir y su pasión por la música, que le llevó a romperse huesos en varios de sus conciertos o a dar 220 conciertos el año en que una pulmonía acabó con su frágil vida.
Estas ganas de contarlo todo se traducen en un metraje un tanto largo al que, sin embargo, no podemos poner pegas si esos 20 minutos de más vienen acompañados por más música del francés y de sus compañeros de fatigas. Por otra parte, nos encontramos frente a un documental sin narrador, en el que son las propias declaraciones de aquellos que conocieron a Petrucciani las que hilan su historia, consiguiendo de paso que el espectador se sienta parte de ella.
En resumen:
Se trata, sin duda, de una apuesta que se aleja de lo convencional en estas fechas, pero, como ya indiqué al principio, Michel Petrucciani es una cinta de imprescindible visionado para los amantes del buen jazz. No puedo sino cerrar esta crítica con uno de los temas del pianista, espero que lo disfrutéis.
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