Una orquesta creada por un alumno de conservatorio, cuya intención inicial era dar recitales de música clásica, ópera y, posteriormente, representar musicales, es el origen de este musical folk que se representa en el lado off de la cartelera madrileña. El fundador de esta orquesta, Alejandro Matrán, quién peleó por sacar el proyecto adelante y la posterior incorporación de Carlos Álvarez, como ayudante del primero son las cabezas maquinantes de este «pequeño» proyecto que puede disfrutarse semanalmente en un teatro de la capital.
Los dolores de cabeza de Alejandro Matrán y, un poco más tarde de Carlos Álvarez, por las idas y venidas de toda clase de personas que en algún momento formaron parte de este equipo han inspirado la composición y escritura de un musical, de tintes sondhemianos, llamado Morrígan. El proceso de creación se desarrollo en paralelo a un montaje de Red (John Logan, 2009) que se vio truncado por una retirada espontánea de los derechos de autor y comienza con la creación de una escaleta y composición de los números musicales completando un primer acto que se comenzaría a ensayar en paralelo a la escritura del segundo, la escritura es peculiar ya que se iba desarrollando en paralelo al trabajo con los actores.
En julio de 2016 se hacía una función previa con público que evidenciaría un éxito de público, aunque también ayudaría a los autores a pulir el texto por su compleja composición de subtramas haciéndolo más cercano y accesible. Estos cambios se hacen también para adaptar la obra al espacio en el que se representa desde enero «Actualmente tenemos una plantilla de doce actores más algunos sustitutos, cinco músicos, una figurinista, una regidora, un director musical y el director de escena. Hemos tenido que reducir la plantilla original puesto que el espacio que tenemos ahora es mucho más pequeño y no es productivo tener demasiada gente ocupando sitio».
Pero, ¿de qué va Morrígan?
Con un fuerte componente metateatral, Morrígan explora la tradición escocesa y el mito de la unión de las almas a través de música Folk; decimos metateatral porque toda la historia se desarrolla en los ensayos de un musical ambientado en la corte escocesa. El resultado es una inteligente comedia de enredos musicalmente separada en dos niveles: las canciones propias de la obra que interpretan los actores que interpretan a otros actores (componente meta) y las canciones que conforman la historia como tal y conducen la narración.
La austera, por no decir nula, escenografía, demuestra la potencia del texto y la partitura ya que Morrígan no necesita camuflarse en trucos de tramoyismo para sacar toda su fuerza. Escrita con un humor cínico que explora todo tipo de miseria humana y sostenida en una partitura completa que aúna perfectamente números corales, soliloquios o dúos que recuerdan a las mejores obras del maestro Sondheim en el desarrollo de personajes, resolución de conflictos o en el mero planteamiento inicial de la trama todo fluye en la obra con una naturalidad sorprendente gracias a sus gags espontáneos y sus pegadizas canciones, llegando a un desenlace de una inteligencia y sutileza admirable.
Se ve bien que los autores conocen la materia y el género, siendo conscientes de lo arriesgado que es hacer un musical, algo que el propio texto demuestra, y el resultado es un derroche de inteligencia, buenrollismo y, por encima de todo, talento que nadie debería perderse porque Morrígan va más allá de la comedia musical y pretende ser un homenaje a las artes escénicas. En palabras del propio Alejandro Matrán: «es un musical que requiere que el espectador esté cerca y vea cada detalle que hay porque lo que queríamos desde el principio es que el público sepa lo que hay detrás del teatro, lo bonito de este mundo contrastado con su parte fea. No nos molestamos en encubrir nada, queremos mostrar el teatro tal y como es.» Con libreto de Carlos Álvarez, música de Alejandro Matrán y letras de ambos, Morrígan puede disfrutarse en la sala Nueve Norte de Madrid los viernes y domingos. Entradas disponibles en:
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