Tiburón 3D, la presa es, probablemente, lo peor que se puede uno echar a la cara esta semana en los cines. No hay absolutamente nada que salvar en esta revisitación del mito del escualo asesino devorador de hombres que hace aguas por todos los lados posibles. Aburrida, falta de carisma y de espíritu, y eso que el guion cuenta con una gran idea que podía haber dado buenas alegrías pero que, desgraciadamente para el público, finalmente queda en nada.
La sombra de Piraña 3D es alargada y cae a plomo sobre la propuesta de David R. Ellis oscureciéndola totalmente, como el planeta Melancolía empequeñece a la Tierra en la última película de Lars von Trier. Donde Alexandre Aja ofrecía un espectáculo pasado de rosca, sin concesiones al buen gusto o a tonterías similares, con cierto puntillo gore y sobre todo muchísima desvergüenza Ellis se duerme en los laureles y presenta un producto aburrido, tontorrón, que promete mucho (¡tiburones y universitarios sobrehormonados!) y que no da absolutamente nada más que mucho sueño. Y si esta es la relación que tiene con una película de su tiempo imagínense con sus referentes primigenios: solo el título y la temática se acercan al Tiburón de Spielberg aunque en calidad sí se acerca más a las infames secuelas y explotations que le aparecieron a esta.
A nadie le importa que, en una producción que se llama como un bicho gigante de dientes afilados que gusta de deglutir bañistas, los personajes sean estúpidos o planos. A veces, incluso, es mejor así. Sí busca el espectador, en cambio, un poco de acción, tal vez tensión, puede que simplemente unos personajes que pasan el peor momento de su vida hasta que son triturados por las fauces de una bestia prehistórica. No lo esperen en Tiburón 3D. Nada de lo anterior.
Por supuesto tampoco esperen, ni mucho menos, un 3D justificado, innovador o, ya el colmo, que se aprecie en más de dos escenas, pero no esperen tampoco ver tiburones más que fugazmente de higos a brevas. El título de la película es casi engañoso y casi una falta de respeto, como el producto en su conjunto total, al espectador.
Huyan de esta producción. No hay nada que merezca la pena de ella y si algún día, dentro de unos años, se les ocurre rescatarla para verla con un grupo de amigos y reírse de ella en ambiente festivo piénsenlo dos veces.
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