Hay un tipo de cine que te devuelve la esperanza en la humanidad. A mí, personalmente, me tienen conquistado últimamente los chicos del estudio Laika con sus Coralines y sus Kubos, pero hay que recordar que, aunque han perfeccionado el stop motion hasta hacer de este estilo un regalo para los sentidos, ni son los inventores ni quienes más han explorado el rico mundo de la animación a través de las fotografías de figuritas estáticas. Aardman Animations, con sus maravillosos Wallace y Gromit, inundó los años 90 de un estilo de cine que abundaba en el socorrido slapstick (humor basado en los golpes), sí, pero que también derrochaba chistes amables y simpáticos que nos hacían adorar a los personajes creados por Nick Park.
Wallace y Gromit alcanzaron la cumbre en 2005 con el Oscar a la Mejor Película de Animación por la divertidísima Wallace y Gromit: La Maldición de las Verduras, pero desde entonces ni Park ni su estudio han quedado ociosos. Ya unos años antes (en el 2000) estrenó Chicken Run: Evasión en la Granja, demostrando que no necesitaba de sus dos protagonistas principales para troncharnos de la risa y en 2012 nos volvería a sorprender con la amable (aunque desastrosamente doblada al castellano) ¡Piratas!, aunque en este caso sería Park se quedaría en un segundo plano dentro de su propio estudio de animación. Intercalados, desde 2007 y hasta 2014, el creativo británico escribiría 129 cortos sobre una oveja que serían emitidos por distintas televisiones y que desembocarían en la película que analizamos hoy.
La Oveja Shaun: La Película mantiene intacto el espíritu de los anteriores trabajos del estudio Aardman. Se trata de un capítulo más dentro de la filmografía de su creador y ni innova ni arriesga. Pero es que no le hace falta. En Aardman saben muy bien (son ya casi treinta años en el negocio) cuál es su público objetivo y también son conscientes que apartarse de lo que ya conocen les alejaría de dicho público sin necesariamente acercarles a nuevos grupos sociales. Por lo tanto, dedican todo su esfuerzo en ofrecer un producto cuidado y rico en detalles que evidencia su experiencia y que nos hace olvidarnos muchas más veces de las que estaríamos dispuestos a admitir que nos encontramos frente a una película en stop motion.
No sólo eso. La Oveja Shaun, en un mundo dominado por los efectos y las frases teatrales, se muestra rabiosamente fiel al cine mudo de antaño, en el que las voces de los humanos son meros sonidos guturales e importa más lo que se dice con los gestos y las expresiones que lo que podamos escuchar en cada momento. Las ovejas de Shaun son brutalmente expresivas, mucho más que muchos de los productos tridimensionales con los que Disney y sus competidores tratan de inundar el mercado, sin abandonar por ello una simpleza de diseño que abunda en su condición de adorables (o macarras cuando se tercia).
La historia que veremos en pantalla cuando pongamos esta película es casi lo de menos. Lo divertido son los cientos de situaciones que se suceden a buen ritmo (pero sin atosigar) y que hacen de éste un magnífico film coral en el que disfrutamos tanto con su protagonista como con las peripecias del apaleado granjero en la gran ciudad. La Oveja Shaun: La Película es una tacita del buen humor que se hizo en otra época y que hoy en día se resiste a perecer enterrado bajo toneladas de animación por ordenador y personajes vacíos.
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