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R3sacón: Buena comedia, mal cierre

Las comedias realmente divertidas pasaron a mejor vida. De un tiempo a esta parte el espectador con ganas de dejarse llevar y reír sin miramientos se las ha deseado para encontrar en la cartelera algún producto con el que contraer agujetas en la mandíbula. No hablemos ya del buen gusto. Dando por hecho que los tiempos de los Monty Phyton quedaron atrás, se transige con el humor tosco, obsceno e insolente como medio para encontrar el chiste más hilarante posible.

 

Hace cuatro años una película más en la misma vertiente de la risa malsana campante en las salas de todo el mundo consiguió despertar el interés del aletargado respetable. Las armas eran similares a las de los juveniles descerebrados, pero en esta ocasión la ecuación incluía unos personajes entrados ya en la treintena con vidas identificables para la gran mayoría. Al contenido se añadió cierto rigor para medir lo insultante de los gags y sobre todo una historia muy bien estructurada que, aún sin ser una filigrana estilística, sí permitía un avance sin cortapisas y mantenía el interés durante todo el metraje.

 

El tremendo éxito cosechado supuso, a la larga, un lastre. La necesidad de explotar la gallina de los huevos de oro hizo que tan solo dos años más tarde apareciese la secuela trabajada con la misma maquinaría pero sin el menor ímpetu creativo. Esto devino en chistes calcados y situaciones débilmente trabajadas. A pesar del tremendo éxito monetario que supuso, las críticas de los fieles de la primera entrega aparecieron por doquier.

 

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Y he aquí que dos años después de la segunda y cuatro de la primera aparece el final por el que nadie suplicó pero todo el mundo se olía. Todd Phillips es un tipo con pocos desafíos creativos pero con un sentido común envidiable. Ser capaz de crear tres personajes estereotipados pero icónicos no está al alcance de todos los creadores y, dada su maña, dejar pasar la oportunidad de darles un cierre legendario no era una opción. Oyendo las quejas que acusaban a Resacón en Tailandia de repetitiva, en esta última parte se deshace de drogas (tienen una presencia mínima) o dolores de cabeza post-fiesta para desarrollar un filme con demasiadas pretensiones.

 

La premisa esta vez es más sencilla que las anteriores, igualmente enrevesada pero con un poso de pereza a la hora de trabar los acontecimientos que indefectiblemente influye en la sensación de cierre apresurado. Dejar pasar el tiempo, que la franquicia repose y envejezca y mientras tanto trabajar en parir algo adecuado no debería ser una utopía. La falta de ingenio disfrazada de nostalgia lleva la acción de nuevo a Las Vegas pero las escenas están tan gastadas que dejan todo el peso sobre Galifianakis. El orondo actor está soberbio en los 30 primeros minutos de cinta con su perversa infantilidad e imbecilidad pero no tiene el apoyo ni de sus compañeros ni del libreto.

 

La supuesta épica que baña todo el proyecto es más una ilusión de sus creadores que una realidad palpable. Se puede sentir la intención, pero falta la ejecución. Colgar a tus protagonistas de letreros o lanzarlos por el aire con paracaídas son instrumentos vistosos pero no efectivos dentro de una película planteada de manera errónea. Entendiéndola de manera unitaria la comedia de la película es disfrutable (al menos durante su primer tramo). Como épico desenlace para una serie que pudo ser de culto carece de las mentes adecuadas para llevarlo a cabo.

 

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