Kauwboy

Kauwboy: El peso de la ausencia

Cada vez que veo a mi abuelo materno sé que, en algún momento, va a recordarme una frase de mi cosecha a la tierna edad de 5 años. La frase, “una madre es una madre”, contextualizada en una situación sin importancia, fue una respuesta que, en ese momento, se me antojó lógica. Como el “fútbol es fútbol” para Vujadin Boškov.

 

Jojo, el protagonista de Kauwboy, no puede decir lo mismo que yo porque su madre no está. Vive de recuerdos y estos le ayudan a vivir con esperanza, pero también le dejan un poso amargo, doloroso y continuo. Bajo esta premisa, lo fácil hubiera sido hacer una película de lágrima fácil. Pero Boudewijn Koole, un tipo curtido en el género documental, no estaba dispuesto a ello. Por eso jugó bien sus cartas y se armó de un equipo adecuado. Por ejemplo, del director de fotografía Daniël Bouquet. Una película debe contar siempre con una buena fotografía, pero esta no se debe ceñir a la calidad de imagen, sino constituir un elemento más de la misma, hablar por si sola. En este caso, la de Bouquet es simplemente perfecta, otorgándole a la cinta el tono cercano y humano del cine de Rohmer y manteniendo una atmósfera embaucadora en la que las acciones de los personajes cobran sentido.

 

Claro que bajo el tejado de Bouquet hay una casa sólidamente cimentada. Una casa en la que vive un niño que se hace la comida, lava los platos y le lleva la cerveza a su padre. Koole se aprovecha de su experiencia como documentalista para filmar la historia con un estilo contemplativo eficaz y auténtico. Su cámara no solo sigue la independiente vida de Jojo, también lo atraviesa y espera pacientemente a que revele lo que contiene en su interior. Dice Koole que le gustaría que el espectador sintiera las emociones que tiene un niño. Realmente lo consigue, pues el ejercicio de empatía resulta inevitable, además de desasosegante.

 

Kauwboy

 

Kauwboy es un rareza, una pieza única que toca la fibra sensible de una manera tan natural que hasta asusta. El optimismo que suscita en la mayor parte del metraje desaparece entre momentos de los de tragar saliva en menos que canta un gallo. ¿O deberíamos decir un grajo? Hay más amor en la historia de amistad entre el pájaro y Jojo que en mil títulos pseudo-románticos que haya podido ver con mis ojos. Y si el espectador no simpatiza con el pajarillo puede centrarse en la relación, más usual, que el chico mantiene con su nueva amiga, demasiado precoz para convertirse un amorío, demasiado genuina para pasar desapercibida.

 

Jojo no busca a su madre pero habla todos los días con ella. Su padre está en segundo plano de su vida, y la cámara lo hace patente en más de una ocasión. También el adulto es el chivo expiatorio de las situaciones tensas, pues vive en un limbo emocional demasiado delicado para ser alterado. Por su parte, Jojo no sigue los pasos del Kikujiro de Kitano, pero en el fondo es como él. Todos los niños lo deberían ser.

 

Kauwboy es una de las películas más honestas que he visto y Rick Lens un chico con un gran futuro por delante. Si este es el camino que Boudewijn Koole va a tomar en su carrera, habrá que seguirlo con lupa.

 

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