Molière en bicicleta: El oficio y el ego

Molière en bicicleta

Molière en bicicleta

Título Original: Alceste à bicyclette

Director: Philippe Le Guay

Guión: Philippe Le Guay y Fabrice Luchini

Reparto: Fabrice Luchini, Lambert Wilson, Maya Sana, Camille Japy, Ged Marlon

Francia / 2012 / 104′

Productora: France 2 Cinéma / Les Films des Tournelles / Pathé

Aunque el apelativo de clásico lleva implícito en su significado la eternidad de su fama, no hay aniversario palpable para que Molière vea recordados sus textos en la actualidad más de lo comúnmente necesario. Sin embargo, el azar (o el ojo mercadotécnico) ha hecho que lleguen a las pantallas y a las tablas…

Aunque el apelativo de clásico lleva implícito en su significado la eternidad de su fama, no hay aniversario palpable para que Molière vea recordados sus textos en la actualidad más de lo comúnmente necesario. Sin embargo, el azar (o el ojo mercadotécnico) ha hecho que lleguen a las pantallas y a las tablas españolas sendos trabajos con el mismo punto de partida: El misántropo (1666).

En Misántropo, Miguel del Arco se ha basado libremente en el texto para proponer su montaje teatral. En la película que motiva estas líneas, Philippe Le Guay lleva al celuloide un guión escrito a cuatro manos con Fabrice Luchini, protagonista del título. En el filme el clásico francés está muy presente durante todo el metraje pero no es abordado al uso; se toma como punto de partida para establecer una dicotomía muy presente en el mundo del espectáculo/arte: la fama contra la pasión, el ego contra el oficio, la habladuría contra la sensibilidad.

Molière en bicicleta

La parte más fea de esta diatriba recae en el personaje de Gauthier (Wilson), un actor maduro con porte de galán y una cuenta bancaria que repele a la crisis creada a base de papeles televisivos de nula calidad interpretativa y millones de seguidores. El contrapunto de este George Clooney afrancesado se encuentra en Serge (Luchini), antiguo compañero de rodajes retirado en la actualidad de huraño y ermitaño. Acude el primero a éste con la ilusión de llevar a cabo un montaje sobre la obra de Molière, sabedor de la inclinación al no de su compañero pero también del gusanillo teatral que a todo actor pica durante toda su vida.

El conflicto surge pronto cuando la decisión de qué papel debe abordar cada uno los pone a ambos en alerta. Y es aquí donde la película tiene su mayor nivel de profundidad; sin resultar nada revelador, el filme acontece como un estupendo estudio sobre la interpretación, un lugar donde todas las teorías parecen ser válidas y las dualidades no parecen tener finitud. Gauthier ostenta una fachada sensible, preocupada, siempre amable; por su lado, Serge es un cínico pesimista que cree saberlo todo y al que nada se le puede enseñar. El dimorfismo entre ambos se ve potenciado por su asumida encarnación de los roles en la obra.

El guión maneja con soltura la relación entre los protagonistas tejiendo una imagen idealizadora y acusatoria del oficio de actor, hilvanando con humor los versos de Molière con las tribulaciones de los intérpretes. El añadido de secundarios que entorpecen la relación entre ambos facilita la estabilización del ritmo de la película si bien resultan harto previsibles. Donde hay teatralidad falta espectáculo, pues aunque Lambert Wilson y Fabrice Luchini tienen una experiencia acorde a su talento capaz de interpretar a Alcestes y Filinto, buena parte de los minutos tienen lugar durante ensayos en los que la cámara no termina de encontrar la mejor manera de elevar la interpretación hasta la atención del espectador.

La bicicleta y la isla de Re son dos personajes más fundidos en uno solo que aportan frescura a una pareja que, a pesar de su química, sin los paseos al aire libre sobre dos ruedas vería sus escenas reducidas al plomizo sopor.

Philippe Le Guay salva con acierto la dificultosa misión de filmar un largometraje con aroma teatral en el que el mensaje no es otro que una oda al actor.

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