Pollo Con Ciruelas - Poulet aux Prunes

Pollo con Ciruelas: Yo prefiero sopa

Hace años, hablando con un amigo, doctor en Historia para más señas, me comentaba cómo el arte de las últimas décadas se había centrado con tal insistencia en llamar la atención que, en algún punto, se había perdido el sentido de lo artístico para cambiarlo por el de lo llamativo. Lo mismo se puede aplicar al cine en una época en la que se confunden los términos rentable y «de calidad».

 

Pero el verdadero problema no es que exista una manera de hacer las cosas tan extremista, sino que, movidos por una necesidad de huir de lo absolutamente comercial, haya autores que se refugien en un cine tan exageradamente alternativo que el público mayoritario (el pueblo llano) huya de ellas como de la peste bubónica. Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud estrenaron en 2007 una película que sabía acercarse a estos últimos ejemplos sin tocarlos y les fue relativamente bien. Pero tras el éxito de Persépolis llega Pollo con Ciruelas y las raíces comienzan a hundirse peligrosamente en el terreno de lo alternativo.

 

Mathieu Amalric en Pollo con Ciruelas

 

Basada en la novela gráfica homónima de Satrapi, Pollo con Ciruelas nos cuenta al estilo de Crónica de una Muerte Anunciada (Gabriel García Márquez, 1981) la historia de un violinista (Mathieu Amalric) que decide morir cuando, tras destruirle su mujer (Maria de Medeiros) su violín, deja de disfrutar con la música. [SPOILER] Obviamente esa no es la única razón de nuestro protagonista para querer morir, pero la manera de contar la historia no facilita que tomemos consciencia de este dato hasta los últimos diez minutos, con lo que cualquier sentimiento de empatía hacia nuestro protagonista se evapora nada más comenzar la película [FIN SPOILER].

 

A esta falta de empatía se le une una moraleja global un tanto difusa que se puede tomar por un «lucha hasta desfallecer por aquello que ames», pero también (y este mensaje está más claro) por «la vida es absurda y, en la mayor parte de los casos, no merece la pena vivirla». Todo esto aderezado con la leyenda El Gesto de la muerte que recogió el místico Yalal al-Din Rumi en el siglo XIII y que la pareja de realizadores adapta a su peculiar estilo de animación en una de las mejores partes de la película.

 

Golshifteh Farahani y Mathieu Amalric en Pollo con Ciruelas

 

Visualmente nos encontramos ante una obra de muy bella hechura. El uso del color y de la luz es una constante maravillosa de principio a fin. Entran ganas de ver la historia contada en un orden distinto al que proponen Satrapi y Paronnaud para poder disfrutarla de otra manera, menos «personal».

 

Amalric (al que podéis recordar como el principal villano de Quantum of Solace) es el protagonista absoluto de la película y nos presenta a un personaje extraordinariamente expresivo a la par que cobarde y melancólico, confieso que le tenía un tanto perdido el rastro, pero le volveremos a ver la cara en Cosmopolis (David Cronenberg, 2012) y, sinceramente, da ganas de más. A su lado el resto de personajes quedan difuminados y cuesta retenerlos en la memoria una vez salido del cine. Maria de Medeiros (¿la recordáis de Pulp Fiction?) apenas varía su expresión y de Golshifteh Farahani (Red de Mentiras) sólo nos queda su fantástica sonrisa. Si hay que buscar a otro personaje/actor que deje huella éste es Jamel Debbouze (Amelie) que, al igual que el demonio Azrael (Edouard Baer), parece estar más allá de la historia y dota a sus movimientos de una teatralidad elogiable.

 

Pollo con Ciruelas es una película difícil de ver que se habría disfrutado mucho más contada de otra manera, aún a riesgo de hacerla más «comercial».

 

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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