Anacleto: Agente secreto

Anacleto, agente secreto: Padre, hijo y malvado

La comedia española, esa que tantos buenos ratos nos ha brindado y, al mismo tiempo, tanta vergüenza ajena nos ha hecho pasar en alguna (contada) ocasión, parece tener la intención de renovar sus cánones y ofrecer al espectador algo que le haga despojarse de un estigma casi inherente a su naturaleza. Quizá eran los chistes recurrentes, los personajes con un tinte absurdo y los diálogos chabacanos los rasgos que el público desprendía de cierto tipo de largometrajes que parecían dirigidos a aquellos para los que la carcajada no es realmente un reto. Si bien es cierto que la imposición marcada por unas pautas que en demasiadas ocasiones ha rozado (y sobrepasado) el absurdo ha ido en detrimento de nuestra comedia, existen una gran cantidad de ejemplos que pueden tirar por tierra este argumento, ofreciendo a quien espera pasar un buen rato sin sufrir los estragos del bochorno cinematográfico una alternativa cómica digna y con un sentido común que muchas veces parecía olvidado.

 

Imanol Arias y Quim Gutiérrez

 

Anacleto: Agente secreto es, a grandes rasgos, la demostración de esto último, dando al público un camino de dos sentidos en el que se entrecruzan los chistes obvios que van a directamente a apretar ese botón que despierte una pequeña sonrisa de aprobación en el espectador, y la inteligencia de los momentos de acción tan bien construidos como los personajes. Quizá es esa capacidad para despojarse en cierta forma del Anacleto nacido en los tebeos del gran Manuel Vázquez, lo que caracteriza a un largometraje en el que la velocidad de la acción y los momentos hilarantes encuentran un equilibrio casi perfecto. De este modo, la comedia más absurda pasa por brillantes momentos en los que el espectador puede verse envuelto en varias secuencias en la que el drama familiar asoma para cobrar un protagonismo lógico.

 

Imanol Arias

 

La fuerza de Anacleto: Agente secreto nace, sobre todo, de la armonía que envuelve a unos personajes definidos de forma más que sobresaliente. Así, Quim Gutiérrez hace del hijo de Anacleto un ser carismático y divertido, con un rasgo taciturno prácticamente autoimpuesto por una vida que parece castigarle. Sin embargo, es la evolución de este personaje la que conduce el guion hacia un paradero lógico en el que la relación con su progenitor supone el elemento más necesario y destacable de toda la cinta. Imanol Arias logra, así, que el elegante traje en el que vive enfundado durante casi toda la película se convierta en una extensión de su propio cuerpo, haciendo del personaje protagonista un elemento revelador en muchos sentidos, empezando por la capacidad de este actor para dar vida a hombres tan dispares como este.

 

Alexandra Jiménez y Quim Gutiérrez

 

Con todo, la imposición de personajes secundarios supone, en alguna ocasión, un pequeño lastre a la hora de encaminar un guion que, realmente, resulta sobresaliente. Por supuesto, las excepciones nacen de intervenciones como la de Rossy de Palma o Alexandra Jiménez. Incluso el divertido Berto Romero, que destaca en un personaje que resulta bastante innecesario en ciertos momentos a pesar de la buena ejecución de su actuación. Sin embargo, es la maravillosa creación de un malvado Vázquez por parte de Carlos Areces la que se distingue del resto, la que se formula como una perfecta antítesis del agente secreto a través de perversas genialidades que buscan provocar situaciones que encaminan el argumento hacia un final que quizá resulta más previsible de lo que en un principio podría parecer.

 

Anacleto: Agente secreto supone, así, una nueva forma de encaminar la comedia que nace en nuestro país, de ceder protagonismo a la acción por encima de la búsqueda de la risa absurda que proviene de bromas que, en ocasiones, realmente resultan incoherentes. La frescura con la que se presenta esta cinta supone un paso hacia delante en el que la combinación de géneros encuentra, en gran parte, un reducto para el cine patrio.

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