Carne de perro

Carne de perro: Heridas por cerrar con elipsis

Hay un público que acude a las salas para encontrar títulos que inviten a la reflexión y a la autocrítica. Es aquel que evita siempre que puede las tramas predecibles y las figuras estereotipadas. Prefiere ver a hombres y mujeres con mucho mundo interior, bien forjados y que mantengan un halo de misterio. En este género está Carne de perro, que se toma en serio lo de eludir detalles biográficos sobre su personaje, tanto que es condición sine qua non leer la sinopsis antes de entrar en la sala. Así se sabrá quién es en verdad Alejandro.

 

El director Fernando Guzzoni hace un ejercicio de indagación sobre las ruinas humanas tras un funesto pasado. ¿Pero cuáles son? Queda claro que el protagonista esconde algo que no se revelará en ningún momento: Pero fue un torturador de la dictadura pinochetista.

 

Llevado a cabo por un solvente Alejandro Goic, este ex verdugo queda muy plano ante tanto paseo, ante tanta cámara en mano, y ante tanto silencio. Con el taciturno relato, los intentos de acercar el personaje al espectador producen el efecto contrario. Se percibe la desazón, cierto, pero a base de insertarse demasiado en el día a día solitario de este hombre, inmerso en un agobiante silencio. Él deambula por las calles sin rumbo fijo. Se mueve, está vivo, pero por fuera. Su interior hace tiempo que se marchitó.

 

Carne de perro

 

La tridimensionalidad del personaje se ha conseguido, donde sin duda el trabajo actoral ha ayudado. Alejandro Goic fue torturado en su vida real, y ahora se convierte en su antitético tocayo. Con acciones mínimas saca lo máximo de un alma desintegrada. La personalidad rancia está lograda, y por muchas ganas de purificación que tenga –como parece hacer con esos largos baños–, no van a conseguir revitalizar su interior. Está roto en todos los sentidos.

 

Con tanta frustración intrínseca, el hombre inaccesible deja escapar la ira en ocasiones, y lo paga con lo que se tope primero, como ese pobre perro, al que luego intenta curarle las heridas –un bonito simbolismo de su anterior y actual existencia–. Una personalidad de esta índole requiere de más pinceladas de las trazadas en este lienzo, que ha quedado bastante blanco.

 

Este proyecto es el contrario al documental Tierra de Nadie, de Salomé Lamas, donde esa retrospectiva es confesada en boca del criminal al espectador. En cambio Guzzoni basa su trama en lo que su villano calla y en lo poco que exterioriza. Los silencios muchas veces expresan más que las palabras, pero éste no es el caso. El director chileno se limita a ofrecer pequeñas pistas, y dejar abiertas tantas cuestiones para la reflexión final consigue rechazo. Los secundarios aparecen perfilados fugazmente, como la ex mujer, y entablan conversaciones incómodas tanto para ellos como para el público. Otro arduo obstáculo para el entendimiento de la cinta.

 

Carne de perro

 

Guzzoni no acude a los ornamentos musicales o cambios de plano sugestivos. Pretende ir a la simpleza más pura. Su intención de mostrar la insignificancia de tal sujeto ha pecado de intensidad; tanta exclusión cruza la línea del tedio, y es lo que ha ocurrido. Una lástima, porque a un personaje en esta tesitura se le puede sacar más jugo y representarse con formas y colores. ¡Cuánta información se ha quedado en la paleta!

 

Tanta exclusión de datos no es justa para el público, y el estilo hiperrealista a modo de documental cansa si no juega con grandes dosis de diálogos y acción. El exceso del juego metafórico confunde y el significado se evapora. La lentitud provoca una historia inaccesible como el personaje, así que para el espectador será más fácil desconectar que seguir el hilo argumental.

 

Así que amigo lector: si es usted un amante del cine de autor, y desea que ese amigo/a suyo, el fan acérrimo de las manufacturas hollywoodienses, se interese por títulos más independientes, por favor, jamás escoja esta cinta como primera toma de contacto al género. Necesitamos adeptos, no más detractores.

 

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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