Hace unos días me llamo la atención un artículo llamado Islandia: La Revolución Silenciada (buscadlo en Google). En él se hablaba de cómo una economía nacional aparentemente sólida y transparente había llevado a una nación entera a la bancarrota y de cómo los islandeses habían reaccionado haciendo caer al gobierno y llevando a la cárcel a los responsables de tal desaguisado en una suerte de revolución no contra el capitalismo, pero sí contra los excesos que éste permite en aras de un crecimiento económico descontrolado.
Precisamente hablando del caso de Islandia comienza el documental ganador del Oscar del que hablamos ahora. Comienza por explicarnos como la privatización de sus tres bancos nacionales fue el primer paso previo a la desregularización de su economía y como todo ello condujo a que dichos bancos asumieran deudas que multiplicaban por diez o por veinte el capital del que disponían, e incluso el PIB del propio país en cuestión.
Todo eso antes de que salga el título de la película.
Basten estos dos primeros párrafos para que os hagáis una idea de la densidad del documental, cuyo único punto negativo es quizás este: la cantidad de datos que presenta. Entran ganas de ir «dándole al pause» cada tres minutos para anotar tal o cual detalle y buscar en la enciclopedia este o aquel dato. Tanto dato llega a marear, pero es imposible imaginarse un documental tan completo y bien documentado (válgame la redundancia) sin la presencia de los datos que le otorgan fiabilidad.
El documental pone sobre la mesa el hecho de que desde la Gran Depresión no ha habido una crisis tan fuerte ni tan global. Nos cuenta cómo las crisis han sido cíclicas desde los años 80 y cada vez han sido de consecuencias más y más desastrosas. Nos presenta a los culpables de esta debacle (los mandamases de Lehman Brothers, AIG, Goldman Sachs…) y lanza la pregunta de por qué ninguno de ellos ha pagado por sus excesos.
Uno sale de la proyección indignado… Aunque quizá no tanto; nada ha cambiado desde su estreno en EEUU en octubre, el documental no ha tenido mucha repercusión que digamos.
Con todo y con ello nos encontramos frente a un muy recomendable documental para poder entender la crisis en la que estamos inmersos y de la que aún nos queda un largo camino por recorrer.
Aspectos Técnicos:
El documental destila aires de gran producción hollywoodiense de principio a fin. Pese a hablarnos de algo tan feo como la economía nos presenta una fotografía muy buena y atractiva.
La parte musical queda a cargo de Alex Heffes (al que podemos recordar por la banda sonora de La Sombra del Poder, parece ser que le van los líos políticos a este compositor) que, además, hace una selección de músicas (Peter Gabriel, MGMT…) muy en sintonía con el film y que, a nada que sepamos algo de inglés, nos arrancarán alguna sonrisa (el tema final es perfecto).
Por otra parte, la selección de Matt Damon como narrador del documental quizá tenga el efecto llamada para los fans del actor, pero tampoco se justifica, ya que no creo que sea uno de los actores con mejor dicción de la actualidad.
En resumen:
Al igual que pasó con Bowling for Columbine, no creo que la concesión del Oscar a este tremendo documental tenga repercusión en los campos a los que critica. Sin embargo, no por ello deja de ser un largometraje de casi obligado visionado para quien quiera comprender el (desastroso) funcionamiento de la economía moderna.
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