Una pareja de atracadores, un trabajo que sale mal, un pueblo fronterizo al sur de Texas gobernado por unos caciques, 20kg de heroína, la mafia italiana, una huída accidentada, un tiroteo en un tren… todo esto y mucho más es lo que ofrecen los genios creativos de Fabien Nury (guion) y Brüno (dibujo) en Tyler Cross: Río Bravo, novela gráfica a caballo entre el western y el noir más clásico en el la que las referencias literarias (y sobre todo fílmicas) no faltan. De desgranar estas influencias y guiños ya se encarga el propio Nury en un artículo final más que apetecible que invita a releer la historia unas cuantas veces para pillarlas todas, además de dar a conocer y refrescar títulos clásicos como Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964), Testigo accidental (Richard Fleischer, 1952), Atraco perfecto (Stanley Kubrick, 1956) o Conspiración de silencio (John Sturges, 1954). Aunque, personalmente, si tuviera que quedarme con un referente no podría ser otro que Sam Peckinpah. Director revolucionario donde los haya, «padre» del Nuevo Hollywood y los movie brats, así como referente ineludible de contemporáneos como Quentin Tarantino (por mucho que sus fanáticos insistan, Quentin no ha inventado nada nuevo). Su violencia, sus arquetipos de antihéroes llevados a situaciones límite, impregnan el cómic.

Más allá de semejanzas o alusiones, si por algo Tyler Cross tiene ese aroma cinematográfico es por su marcada estructura en tres capítulos (tres actos) un epílogo. Cada uno de los actos está perfectamente delimitado, llevando de la mano a un lector incapaz de soltar el libro ni para ir al baño. Esto, junto a la disposición y composición de las viñetas, eligiendo muy bien el tipo de plano y movimiento «de cámara» convierten a la obra en el ejemplo perfecto de storyboard. Los autores tienen muy claro que no hay lugar ni espacio para recrearse con subtramas o ramificaciones que ralenticen el argumento principal. Sí se permiten, en cambio, jugar con ciertas herramientas, ofreciendo en determinadas situaciones una narración en flashback para acentuar el suspense o saltar de un personaje a otro mostrando su punto de vista de determinada escena para darnos una visión más completa de los acontecimientos.

Quizás el recurso de utilizar a la serpiente de cascabel de uno de los villanos como narrador en un momento dado desentone con el conjunto de la propuesta. Es un recurso interesante, sin duda, pero muy arriesgado porque, como es el caso, puede sacar al lector de la historia, dado que el tono que va siguiendo es muy realista justo hasta ese paréntesis un tanto extravagante.

En cuanto a los personajes, Nury se esmera en construir en detalle a su actor protagonista y el resto de personajes son identificables con suma facilidad a partir de dos – tres rasgos característicos, en un relato que sigue la mejor tradición pulp. El mismo dibujo de Brüno, de trazo muy sencillo, refuerza la imagen icónica que se quiere transmitir desde el propio guion. La obra esconde imágenes que se clavan en nuestra mente y pasan a formar parte de nuestro imaginario de forma permanente. El objetivo final es que el propio Tyler Cross se convierta en una referencia para futuros creadores y personajes. Tyler Cross es el perfecto modelo de antihéroe tan de moda en la actualidad. Un tipo con su propio código, envuelto en una situación que superaría a cualquier otro, y si bien sus actividades cotidianas no son del todo lícitas, cuando corresponde, da un paso al frente y muestra su integridad. Implacable y seductor, un sobreviviente en un contexto en que prima la ley del más fuerte.