He estado terriblemente tentado a coger el artículo dedicado al primer volumen de la serie y copiarlo tal cual, cambiando las referencias al noir por las de su primo hermano el género carcelario. En este nuevo volumen de Tyler Cross, Brüno y Nury vuelven a maravillarnos con su amor y conocimientos del género para presentarnos una historia que parece una película en viñetas.
Se da la circunstancia, además, de que tanto este Angola, como aquel Río Bravo, son tratados como relatos independientes, por lo que se puede abordar una lectura sin tener presente la otra. Vendría a ser (ya que es una obra tan cinematográfica pongamos ejemplos del medio) lo mismo que sucedía con las aventuras de James Bond pre-Daniel Craig. Uno podía verse Goldfinger o El mañana nunca muere sin respetar continuidades o antecedentes, y disfrutarlas simplemente como las entretenidas historias que son. Pero lo que mola al final, claro, es verlas todas. Eso mismo puede aplicarse a Tyler Cross. Puro placer.
Con un tono algo más crudo que el del primer volumen, Angola sigue fiel al espíritu marcado por sus autores y la esencia del western sigue muy presente. Especialmente en la caracterización de su personaje, un Clint Eastwood sacado directamente de los años 60 y 70. Esta caracterización del personaje protagonista, Tyler Cross, es el gran atractivo de la obra, pues resulta muy icónico. Cualquiera que haya leído o visto un poco de género encontrará enseguida sus propios referentes a la figura de Tyler Cross. Sus objetivos, además, son muy primarios: sobrevivir y vengarse, lo que lleva a una identificación casi inmediata con él.
Lo interesante de Tyler Cross es que, aún presentando una historia que podría tildarse de excesivamente vaga o tópica, es capaz de sumergir al lector en su propuesta desde las primeras páginas. Lo hace con suma facilidad. Nury y Brüno dominan bien los códigos del género y conocen el arte de la narración como pocos. En cierto sentido, se saben muy bien los trucos con los que captar el interés de su público. Imprimen un fuerte ritmo a su historia, de forma que este no decae en ningún momento. Los autores definen a los diferentes actores de la trama con precisión y sitúan en los lugares exactos los giros que va requiriendo la historia para seguir avanzando y tener bien enganchado al lector.
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