«Tyler Cross no pretende contar la historia de EEUU, sino más bien la de su mitología«. Con esta frase arranca el artículo (de obligada lectura) escrito por el guionista Fabien Nury y que sirve de cierre para Tyler Cross: Miami. Una frase que es una declaración de intenciones y la constatación de una realidad. Tyler Cross, como hemos visto (y leído) en sus dos volúmenes anteriores, entierra sus raíces en los EEUU más icónicos, en los mitos modernos de una nación hecha a sí misma a partir de sangre y violencia. El idealizado sueño americano tiene un reverso salvaje, según el cual los forajidos y buscavidas, si son capaces de sobrevivir, lo tienen todo a su alcance. Cumplir las normas es solo una manera (más lenta) de alcanzar dicho sueño.
El que Brüno y Nury apelen al western y al noir no es sino un reflejo de esto. Son dos géneros que apelan a dos contextos históricos: la expansión norteamericana en el Viejo Oeste y los años de Ley Seca y Gran Depresión. Un caldo de cultivo idóneo para la aparición y mitificación de tipos rudos y expeditivos, para loos que la violencia es su forma de diplomacia, hechos a sí mismos y garantes de la individualidad venerada en el país. Tyler Cross es una eficiente representación de todos estos «valores» e intereses.
Con esto presente se comprende y disfruta mucho más una obra que libro a libro se ha ido convirtiendo en una lectura imprescindible.
Nury y Brüno vienen con los deberes hechos, y Miami repite los aciertos de los dos tomos anteriores (Río Bravo y Angola), ofreciendo al mismo tiempo las novedades necesarias para que esta aventura siga despertando el mismo interés que sus predecesoras. Respecto a las anteriores, aquí el noir toma un papel predominante (recordemos que en Angola pasabamos al género carcelario y Río Bravo engarzaba muy bien en la tradición del western), abrazando la calidez de un clima como el de Florida y coqueteando con elementos del subgénero criminal de mafias. Una de las claves de Tyler Cross es su mimetismo con el género y códigos con los que trabaja en cada momento, y la forma en que estos ayudan a la obra a construirse una fuerte personalidad.
Lejos del «copy/paste» y del juego referencial, los autores han sabido interiorizar sus fuentes para así ser capaces de contar la historia de la mitología de EEUU, hasta el punto que el propio escenario resulta definitorio para el desarrollo de la historia. Igual que en Río Bravo o Angola, el tablero marca los condicionantes de la trama. Miami son sus playas, su conexión con Cuba, su luz, su turismo… intentad imaginar este mismo relato ambientado en Chicago o Los Ángeles. Estaríamos hablando de otro completamente distinto.
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