Jimmy Barnatán, en el imaginario de muchos por sus papeles en los films de Daniel Monzón El robo más grande jamás contado o El corazón del guerrero, así como la televisiva Los Serrano está de actualidad por otra de sus facetas artísticas. Dos para ser exactos. De un lado su segunda novela, New York Blues, y de otro su disco After the blue times (la excusa para disfrutar de su conversación) que, producido por él mismo, nos traslada a los garitos de jazz y blues de Nueva York en cada uno de sus conciertos. Al ritmo que marca su banda The Black Door charlamos con un artista que destila honestidad y pasión en todo lo que hace.
Pregunta: ¿Qué podemos esperar de un directo vuestro?
Respuesta: Una especie de recorrido por la música americana. Una noche que va desde el blues, al soul, pasando por el rockabilly y todos los subgéneros que rodean a estos tres grandes pilares de la música. Alguna puntita de jazz incluso. Es como estar en un buen garito de Nueva York pero en España.
P: ¿Cambia mucho el sonido del directo al del disco?
R: No suele cambiar mucho, tal vez es como más apisonadora porque la banda que ha grabado conmigo el disco es la banda que está en el directo. Los comentarios de la gente son que incluso mejora al disco y eso me hace sentir muy orgulloso.
P: El álbum cuenta con doce cortes, no sé si para un concierto puede ser un repertorio un poco corto
S: Sí, por supuesto. Incluyo cinco o seis versiones, temas que para mí tienen un significado muy especial, que también se mueven en este ambiente del que hablamos del rock clásico, del blues o del soul. Estamos hablando ya de 18–19 temas. Son casi dos horas de espectáculo.
P: Bastante bien, vamos
R: Sí, yo me lo paso muy bien sobre el escenario. Tienes el gusanillo de tocar un tema y quieres seguir y seguir. Yo me tiraría toda la noche, pero igual puede ser un poco coñazo.
P: El disco está patrocinado por Oris, la marca de relojes. ¿Cómo se fraguó este patrocinio?
R: Ellos siempre han estado muy vinculados al mundo del jazz y al mundo de la música americana. Han sido patrocinadores del festival de jazz de Londres; tienen series limitadas dedicadas a Charlie Parker, Dizzy Gillespie e incluso a Bob Dylan. Y encima tienen una ahora que se llama Jimmy Barnatán (risas). Ellos buscan un punto elegante y a la vez canalla y pensaron en mí.
P: Entre las dedicatorias del disco, me llama poderosamente la atención la que le haces a Luis Bardón: «Ha ocultado el personaje y me ha hecho el primer retrato real».
R: Seguramente toda la peña que estamos en el métier y que somos personajes mínimamente reconocidos tendemos a fabricarnos una especie de absurda coraza y Luis, que no solo es un gran fotógrafo, es un excelente director de cine, de cortos y videoclips y un cámara espectacular. Además es muy amigo, entonces ha sabido quitarme esa especie de máscara y retratarme un poco como soy.
P: El videoclip lo dirige por ejemplo Borja Crespo. Estás muy bien arropado.
R: Sí. Fernando Illán, que es un musicazo que no necesita casi presentación. Su hijo Dieguito que no es que sea el futuro de la batería, porque tiene 22–23 años, es que es el presente. No sé donde tiene el techo este muchacho. A los teclados está Jorge Vera Aguilera, que es un maestro del piano espectacular. Solo hay que escuchar el disco para ver que es el heredero de Thelonious Monk. Luego al saxo está Krzystof Sandecki, que es un hacha del saxo tenor y del saxo alto. Le saca un sonido al instrumento que es una barbaridad. A la guitarra está Dayán Abad, otro genio que navega entre Robby Krieger de The Doors con Santana. Con lo que quieras, es un 4X4 de la guitarra. Beltrán Cavero, que es una especie de reloj suizo como Oris (risas) en la rítmica. En fin, todo son elogios. La Back Door Band que hemos montado es una barbaridad. Nos dijo Johnny Cifuentes de los Burning en la presentación del disco nos dijo “qué no os engañen a ti y a tu hermano (por mi manager y por mí), tenéis una banda increíble”. Y yo me quedo con esas palabras de otro dios del rock&roll.
P: Hay otra frase en la dedicatoria, al principio, que dice: «Atrás quedaron los tiempos tristes». La lees y piensas en lo que has pasado en este tiempo y es algo que también está reflejado en el disco; por ejemplo el propio título After the blue times y la letra de dicha canción, que también habla un poco de eso, ¿no?
R: Pues sí, porque contra lo que todo el mundo puede pensar, así a primer golpe de vista, para mí el ser una cara conocida del cine y la TV no me ha abierto ninguna puerta. Absolutamente ninguna. Yo no respondo igual a los cánones de las portadas de la SuperPop, tanto por esta cara que se me ha dado como por la música que hago. Han sido todo puertas cerradas. También porque igual la dirección que toman las discográficas o la que toma la industria no es la más acertada o tal vez priman otros intereses más que la pasión y la veracidad que yo creo que es imprescindible cuando se hace música. Efectivamente, After the blue times, después de los tiempos tristes, es que nos hemos comido mucha mierda. Esto no es un antojo de un actor. Yo llevo haciendo música desde que tengo uso de razón. A los 14 años estuve en mi primera banda de blues, y tengo 30. Y ahora con este disco en la calle, la aceptación que está teniendo, que afortunadamente es casi unánime y es positiva. Es un sueño hecho realidad y es un poco dejar atrás los tiempos tristes. También se ha mezclado una operación porque me rompí la cadera y estuve casi cuatro meses en silla de ruedas. Todo se ha juntado y ha sido como una gran bola de angustias, temores y tinieblas y al ver el momento de la producción del disco fue un poco salir de ese agujero prematuro que le debe dar a uno cuando es mucho más mayor. Me imagino. Yo como ya lo he pasado, pues nada (risas).
P: Sobre el tema de las discográficas y las puertas cerradas. Lanzarse también un disco de blues, con un sonido tan americano en un país como España no es precisamente la mejor carta de presentación para que las discográficas te abran todas sus puertas.
R: Ya, eso no es un problema mío, eso es un problema de España y de las discográficas. Hago la música que me sale del corazón. Ya me gustaría a mí que me saliera hacer mierdas como Melendi, pero a mí me sale hacer blues y soul.
P: A lo que me refiero es precisamente a eso, que si hubiera sido un capricho lo normal habría sido lanzarse a algo más comercial.
R: Claro, un hardcore así californiano estilo otros actores. Pero no. Por eso te digo, luego también este disco lo he hecho sin ninguna pretensión. La pretensión es ver el sueño realizado, exclusivamente. Que no es poco, pero estoy convencido de que el disco nos va a dar todo lo que se ha puesto en él, que ha sido muchísimo trabajo y mucho barro que nos hemos comido para llegar hasta aquí. Esto es un punto de salida. La única pretensión que teníamos era ser felices y hacer feliz a la gente con la música.
P: Compones todos los temas del disco menos uno.
R: Es un tema de Arturo García-Lago, que es el tío con el que yo empecé a tocar. Es un amigo mío desde que teníamos dos años, también está en el mundo de la música y es con quien tuve la primera banda de blues. Es una especie de homenaje a todo ese mundo paradisíaco donde éramos críos, solo era pasión y en el que aprendimos a vivir con una banda sonora de blues. Y es un homenaje también a él, por supuesto, porque sin él no habría tenido mi primera banda y tal vez sí podríamos estar hablando de este disco, pero seguramente no. Igual estamos hablando de otro. Es un homenaje a él y a ese momento tan increíble en el que vivimos peligrosamente (risas).
P: En cuanto a la composición, ¿lo haces en inglés? ¿Haces la traducción luego? ¿Cómo es el proceso?
R: Compongo en inglés. Tengo un niendorf vertical en casa de mis padres y luego en casa ya tengo el pro tools y este tipo de paranoias modernas que son maravillosas y muy cómodas, pero para componer prefiero el sonido acústico del piano. Pienso una melodía, pienso en una línea de voz y la voy armonizando.
P: Hablando de acústicos, el disco incluye una sorpresita al final.
R: Eso también es mi modesto homenaje al primer sitio donde canté blues en mi vida, antes incluso de tener esta banda, que se llama Arthur’s Tavern, y es un sitio clásico de jazz en Nueva York, que está en Grove Street y Séptima Avenida. Es un lugar donde han tocado los más grandes y donde yo una vez, con 16 años me colé con una amiga para tomar una cerveza y ver una jam session con músicos negros, espectaculares… todo como muy iniciático. Y hubo un momento de la jam session en el que dijeron «need someone to sing the blues» (necesitamos a alguien para cantar el blues) todo el mundo callado y yo que me quería tirar a la colega, levanté la mano. Me canté un blues con estos tipos y un silencio sepulcral cuando terminamos el tema que se me pusieron de corbata hasta que de repente un tipo al fondo de la barra empieza a aplaudir y todos arrancaron a aplaudir. Este tipo en cuestión se quitó el abrigo, cogió una trompeta y empezó a solear desde abajo del escenario. Subió. Tocamos otro tema también improvisado, un blues mucho más rápido, ritm&blues a saco y entonces terminó diciendo «Oh! This motherfuckin’ whitie! He knows how to sing a blues!» (él sabe cómo cantar blues) y a partir de ahí ya fui casi todas las noches de ese largo viaje que hice a Nueva York. Y este último track es eso, un homenaje a este lugar que me ha dado tanto.
P: Como una película casi, ¿no?
R: ¿Es un poco de peli, verdad?
P: ¿Pero qué pasó con la chica?
R: Nada, no me la pude follar (risas). No fue suficiente.
P: Muy exigente.
R: No sé que tenía que hacer entonces yo. Cantar blues rodeado de negros, que encima le aplaudan a uno y ni aún así…
P: Tengo entendido que la novela y el álbum vinieron casi a la par en cuanto a su creación, ¿no?
R: Sí, claro. Porque en los cuatro meses casi en silla de ruedas el disco tenía ya grabados todos los instrumentos, incluso había metido la voz en un par de temas y ya tenía también la novela empezada. Y durante esos meses que no podía ir al estudio como terapia terminé la novela. Y se solaparon en el tiempo las dos creaciones.
P: Entiendo que la novela está muy influenciada por el álbum.
R: Claro, hay muchos personajes que salen de la novela, entran en el álbum y viceversa. Como dice la contraportada de New York Blues, tienen muchas concomitancias, que es una palabra que ya me está volviendo loco. Tienen muchas cosas, tienen personajes, música… el que escuche con detenimiento el disco y lea la novela encontrará ese nexo.
P: Podríais vender un pack de novela y disco.
R: Se podría, se podría vender (risas).
P: Y luego, leí en una entrevista al respecto de la novela que si hicieran una peli, que te gustaría que la hiciera Jim Jarmusch.
R: Hombre, es uno de los tipos que mejor ha retratado Nueva York. Jim Jarmusch, Woody Allen o Daniel Monzón, que para mí es el mejor director que hay en este momento en este país. Con el que tuve la oportunidad y el honor de currar en sus dos primeras películas: El corazón del guerrero y El robo más grande jamás contado.
P: El corazón del guerrero es una peli que al final ha pasado…
R: Eso son las grandes injusticias de este país. Una de las grandes injusticias de este país. Con la primera y con la segunda. Pasó un poco lo mismo. Son dos grandes películas, rodadas con una maestría…
P: El robo más grande jamás contado era una película muy divertida.
R: Era un peliculón. Con Resines, Manquiña en su estado más puro, Neus Asensi, Javier Aller y yo éramos los protas. Era una peli super coral y además a mí me dio la oportunidad de hacer uno de los primeros papeles protagónicos. Fue la hostia vamos. Además Dani Monzón presentó mi novela en Madrid junto a Jesus Ferrero.
P: Padrinos de excepción.
R: Padrinos de excepción, sí.
P: ¿Hay algún proyecto de cine o de tele?
R: Hay un par de cosas de tele pero ya sabes que si se hablan se gafan. Ya llevo un tiempo sin estar en la tele y hasta que no lleguen estoy absolutamente encantado con estos dos modos de expresión que la gente piensa que son nuevos en mí, pero no lo son. La primera novela salió en 2005, para entonces ya había escrito varios artículos en revistas como Letra Internacional o Cinemanía o Fotogramas y luego en el mundo de la música pues ya te digo, tampoco es nuevo. Desde que tengo uso de razón he escuchado a Ella Fitzgerald.
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