Roberto Andó, director y guionista de Viva la libertà, visita nuestro país para promocionar su película.
Dos premios David di Donatello (guion y actor secundario) sirven como perfecta carta de recomendación del nuevo film de Roberto Andò, Viva la libertà, una punzante crítica a la clase política italinana y por ende, al resto de dirigentes europeos. El director y guionista nos atiende amablemente para realizar esta entrevista.
Pregunta: ¿Cree que en política hay muchos locos?
Respuesta: Muy pocos. Sí muchos impostores que hacen que pienses que están locos.
P: ¿Has intentado transmitir un mensaje a los ciudadanos? Un mensaje de que no debemos tener miedo, pues sin este se pueden alcanzar los objetivos de cada uno.
R: Me gusta mucho esta lectura porque es uno de los aspectos que seguramente en la historia española, pero obviamente hablo de la historia italiana, ha jugado un gran papel. El miedo es uno de los personajes no reconocidos de la historia de la república italiana, se ha agitado el espectro del miedo para así bloquear el cambio. En cierto sentido la película es sobre el cambio, es un aspecto que comparte la política y la vida. Todas las vidas quieren antes o después realizar el cambio, no hay una vida que no aspire al cambio. En este sentido en la película tenemos la vida de una persona, que son dos, una evoluciona y representa el cambio; y la otra tiene miedo. Sólo con el diálogo entre estas dos dimensiones puede haber un desafío al miedo.
P: También hay otro para los políticos, ¿no? De que deben conectar con la gente.
R: Claro. Creo que en estas elecciones europeas la diferencia entre los intereses de la política y el pueblo será ratificada de manera definitiva. Toda una generación entenderá que debe cambiar. No sé si la política de hoy, y también la de los jóvenes, ha entendido la necesidad del diálogo, de escuchar a las personas. En los últimos 30 años la política se ha creído autosuficiente y sólo de vez en cuando ha habido alguna sorpresa. Hay una película que me encanta, The Queen (Stephen Frears, 2006), donde Diana es el viento que desajusta un poco el juego de la política y al desajustarlo crea también una electricidad a su alrededor y por tanto el cambio. La política en este momento es incapaz de hacer esto, pero debe cambiar.
P: ¿Por qué ese paralelismo que hace entre el cine y la política?
R: Porque como cineasta siempre pienso cuál es el sentido de mi trabajo. El cine ha estado para contar historias, para entretener a la gente; pero también hay una posibilidad de participar en la sociedad. Esto ha caracterizado al cine italiano en los momentos más importantes de su historia, el cine de Rossellini y De Sica era un cine que participaba en la realidad y también la modificaba.
En el film me he divertido al contar varias dimensiones del cine. Enrico es un personaje que quería dedicarse al cine y luego ha terminado en la política. A través del cine descubre un contacto con la vida, porque allí comienza a hacer de asistente en un rodaje, un trabajo humilde, gregario; que a diferencia del trabajo del político es también un trabajo que le permite encontrar soluciones. Sin embargo el político trabaja pero no encuentra ni ofrece soluciones. Él hace una cosa concreta, humilde, que le da un resultado.
Por otro lado existe otra dimensión en el fragmento que he incluido de Federico Fellini, que nunca fue reconocido como un director comprometido; pero Fellini con sus declaraciones creó un lenguaje y hoy en día se le está descubriendo como un Fellini político. Alguien que con una manera visionaria iba más allá de la realidad para entender y representar el alma de los italianos. En la imagen, Fellini se está rebelando contra una agresión de Berlusconi, era el momento en el que Berlusconi comenzaba su actividad comercial con las televisiones incluyendo interrupciones publicitarias en las emisiones de las películas. Fellini es el único que reacciona y mantiene una postura inflexible, se rebela a lo que esta ocurriendo, casi como un profeta. Es como la lucha de un profeta porque entiende antes que los demás que se estaba acercando un peligro, Italia estaba cambiando y Berlusconi iba a hacer política a través de las televisiones, el cine. Es un aviso que estaba dando a los demás, por lo que el Fellini que se consideraba casi reaccionario, sí que era un Fellini político, comprometido.
P: ¿Dónde nace esa necesidad de adaptar su propia novela?
R: La respuesta es más fácil darla hoy que cuando decidí hacerla. Hoy es fácil porque pasando de la novela a la película, he hecho un viaje encontrando algo que no había encontrado en la novela. El final de la novela es muy diferente. En la película al final hay un problema trágico que es la falsificación, a lo que además está condenada la política. Porque la final los personajes son idénticos y Valerio Mastandrea, el asistente del secretario, no consigue entender quién de los dos está delante, si Giovanni o Enrico. Con la política ocurre lo mismo, cuando hay un fenómeno nuevo, como ha ocurrido ahora en Italia, tú no sabes nunca quién tienes delante de ti, si el alguien nuevo de verdad o si alguien viejo enmascarado como algo novedoso. Esta es la parte crítica que ha surgido que no había en el libro. Porque aunque me había propuesto hacer un film optimista, ha surgido esta parte crítica y problemática. Una escena final que en Italia desencadenó un aplauso, puesto que en Italia tras este juego entre lo falso y lo verdadero hay toda una simbología.
Entrevista realizada junto a María del Saz
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