Jack y su gemela es una película dura… dura de ver. Salvo por algunas excepciones como Sígueme el rollo, Adam Sandler ha demostrado que ya no da más de sí. Su evolución hacia una comedia más familiar, apta para todos los públicos y como es el caso, rica en chistes escatológicos, deja en evidencia que está un escalafón por debajo de los grandes cómicos de referencia del cine actual: Ben Stiller y Will Ferrell.
Adam Sandler da la bienvenida a la parodia y a un sentido del humor que provoca vergüenza ajena a más espectadores de lo que les habría gustado. Y es que está no es una película para todos los públicos, pero no lo es por el contenido (muy bobalicón) ni porque no ofrezca un happy ending tan al gusto del cine comercial (¿alguien lo duda?), sino porque Adam Sandler no gusta a todo el mundo… y tenerlo por duplicado restringe aún más a su público.
El film tiene algunos chistes muy inspirados como el spot que están grabando al principio o la cena de acción de gracias, pero por lo general la historia mata las bromas por pura repetición (la afición de uno de los críos por la cinta adhesiva), por su ausencia total de relación con cualquiera de las tramas de la película (el vagabundo) o por su poco sentido de la higiene (el vestidor de Jill).
Tampoco ayuda la poca inspiración de su reparto, en el que destaca una Katie Holmes tan sosa como siempre y un Santiago Segura que en su versión original recuerda demasiado a Torrente (por más que él lo niegue).
Entre tanta bruma, sin embargo, se hace hueco un poco de luz. Y esta luz no es otra que Al Pacino. El genial actor se desmelena y parodia a sí mismo demostrando un fantástico sentido del humor: fama, premios, teatro… cualquier excusa es buena. Al respecto, el Dunkaccino es toda una sorpresa. Es preciso remarcar, también, un par de cameos que le dan un punto a favor a Jack y su gemela: la camiseta de Johnny Depp y el spot que protagoniza Shaq O’Neal.
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