¿Cómo convertir una película de culto en un producto para adolescentes y quedar bien con el director de la original? Pues haciendo una precuela. De esta forma el equipo puede hacer y deshacer a su antojo y ante las críticas de los más puristas tienen la excusa perfecta: el original no se ha tocado.
El debut cinematográfico de Matthijs van Heijningen funciona a medias. Lo hace entendida como película en la que hay que ir matando monstruos sacados de un Resident Evil o un Silent Hill, con sus buenas raciones de gore y dirigida a un público imberbe, ávido consumidor de palomitas y desconocedor de la fuente originaria. Ahora bien, si miramos más allá de esto, la desilusión puede ser mayúscula.
La Cosa juega a ser una «recuela» (precuela + remake), ya que si le quitamos el epílogo (que enlaza directamente con la obra de 1982) y las referencias obligadas para mantener la coherencia de la historia, nos encontramos con una versión actualizada que sigue la misma estructura, paso a paso.
Quizás lo más determinante de este film es que no sabe mantener el tono. Durante lo que dura la presentación del personaje y el conflicto, este se esfuerza en crear una atmósfera inquietante y de paranoia por el aislamiento que supone estar en la Antártida temiendo algo desconocido, emulando así a Carpenter. Y lo logra con creces. Sin embargo, en cuanto la cosa empieza a hacer estragos entre la expedición protagonista, van Heijningen cambia el chip, hace añicos la ambientación y la sensación de desconfianza que con tanto esmero ha creado y –pensando que al público hay que dárselo todo bien mascadito– se deja arrastrar por los convencionalismos del cine de aventuras y monstruos: ajustado metraje, sangre y acción a borbotones y varios sustos muy bien logrados.
La Cosa es un producto 100% industrial, que ni siquiera se ha molestado en construir unos personajes profundos o que resulten carismáticos; a pesar de lo cual, la labor de los actores es incuestionable. De todos, destaca Mary Elizabeth Winstead, que tenía la difícil papeleta de llevar el peso de la película. Lo hace y cumple con creces gracias a una mirada muy expresiva y un saber estar que la ayuda a imponerse frente a tanto noruego paranoico y tanta cosa del espacio.
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