Israel, 1997. Nos encontramos en la presentación de un libro que relata como tres agentes del Mossad destinados en el Berlín Oriental de mediados de los 60 capturan a un antiguo nazi para entregarlo a las autoridades de su país. Sin embargo, el plan no sale como estaba previsto y tienen que acabar con él, volviendo a casa como héroes. Han pasado 30 años pero algo no está bien, tienen una deuda. Porque no todo es como parece.
Así se nos presenta La Deuda, film de John Madden que ha tardado un año en llegar a las salas, basado en el título israelí del mismo título (2007) y que evoca en todo momento el clasicismo de los thrillers de espías de las década de los setenta, desde la puesta en escena a la fuerza de unos personajes que continuamente se han de enfrentar a cuestiones que perturban su integridad.
El buen trabajo de los guionistas nos permite comprobar como una decisión puntual (motivada por los motivos que sean) puede condicionar el resto de nuestra vida, como afecta a los tres protagonistas y les lleva a soportar las consecuencias de formas muy diferentes y a veces contrarias entre sí. La Deuda es un título que alude a la psicología humana y a como esta repercute y motiva nuestra voluntad. Lo vemos en la evolución de cada personaje y en las relaciones que se producen entre ellos.
Lo primero puede resultar complicado porque debido al salto temporal de tres décadas entre unos acontecimientos y otros, ha sido necesario contar con seis actores para tres papeles, pero el trabajo de casting ha sido espectacular. Donde se aprecia mejor este hecho es en el personaje de Rachel, interpretado por Jessica Chastain en su juventud y por la oscarizada Helen Mirren en «el presente». Con apenas 25 años Rachel tiene que enfrentarse a situaciones que no había vivido antes que la marcan tanto que 30 años después no las ha olvidado.
Lo segundo es lo que dota de tensión a la película en la parte central de la misma, cuando se narra la relación entre los captores judíos y el prisionero nazi. Una vuelta a la tortilla que este último utiliza para jugar e intentar manipular a los agentes del Mossad. Una auténtica lucha en la que las únicas armas son los silencios y las palabras y en la que al final el tiempo, el espacio y los propios compañeros pueden convertirse en enemigos.
El guión es la gran baza de La Deuda, que se apoya también en un excelente montaje que a su vez se descubre como fundamental para el correcto desarrollo de la historia. Las escenas en uno y otro tiempo se van alternando en el momento preciso para que no decaiga el interés y vayamos obteniendo la información necesaria.
Quizás donde más cojee la producción y lo que evite que hablemos de una obra redonda, sea en la dirección. John Madden ha querido respetar tanto el espíritu de títulos como Marathon Man o Los tres días del Cóndor que relega su autoría a un segundo plano y nos ofrece una dirección correcta pero muy fría, incapaz de sacarle todo el provecho a un guión que presume de una gran paleta de matices.
La deuda es, por méritos propios, la primera apuesta seria de la temporada.
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