Alberto Amann protagoniza un thriller junto a Stephen Dorff, que trata sobre la deuda agraria de Perú y la venta de fondos de inversión. Parece una producción americana, pero es una coproducción entre varios países y ha entrado en la Sección Oficial del Festival de Málaga. Alí tuvimos ocasión de hablar con él sobre este proyecto.
P: ¿Cómo es tener a Stephen Dorff como compañero?
R: (Ríe) Cuando me dijeron que iba a estar él, y también David Strathairn, nominado al Oscar, supone un empujón hacia adelante que te da subidón. Uno siempre tiene la intención de trabajar, claro pero estas cosas son como pequeños potenciadores, gente que tiene un nivel muy alto y una deportividad enorme en su trabajo. Los ves trabajar y alucinas. Tratando de aprender siempre de los buenos. Yo siempre trato de aprender, es como cuando hice Lope a Juan Diego, o a Luis Tosar en Celda 211, estas con todas las antenas puestas.
P: ¿Ves mucha diferencia entre una producción de este estilo entre una producción española?
R: Siempre una coproducción tiene diversidad y esto aporta siempre. Es una fuente de creatividad, y enriquece mucho. Aquí había gente de España, de Estados Unidos, de Perú, Argentina, brasileños, de Islandia… Todo eso enriquece todo el rato. Si no monopoliza todo, y más identidad nacional tienen las películas.
P: ¿Hubo alguna dificultad en el rodaje?
R: Alguna escena que tuve en inglés. Estaba recién llegado a Nueva York y tenía que dar un discurso a 50 personas, entre ellos David, Stephen, y mi personaje daba mi discurso en inglés. Ese día fue complicado. También poner el acento puramente peruano, porque mi personaje es de allí y hay que poner acento peruano al hablar en inglés, y no tuve mucho tiempo a estar en Perú. Luego también la altura. Las zonas de rodaje estaban muy altas y andábamos con bombonas de oxígeno.
P: Ricardo, tu personaje parece una metáfora de la clase media, que cumple con nos que los superiores le pide el poder de arriba, ¿Lo ves así?
R: Ése es un análisis muy interesante porque algo de esto hay. Y también representa la ingenuidad. Cada vez menos, porque nos vamos enterando más de quienes mueven los hilos de las marionetas. Es una historia que hace unos diez años hubiese sido una historia de Latinoamérica, o de África, y hubiese sido una historia lejana de “lo que les pasa a los sudacas o a los negritos”; es la visión racista de lo que sucede en la otra parte del mundo, sin ver que la economía está completamente ligada, que el hecho de que haya –como en este caso– fondos de inversión que están saqueando países de Latinoamérica y África y lo siguen haciendo, y ha servido para enriquecer a unos pocos. Esta historia cuenta un proceso económico que es actualmente muy reconocible en España, en Portugal, en Italia y en Grecia. Ya no son los sudacas o los negritos, ahora son los mediterráneos también. En cualquier parte del mundo ya hoy, gracias y por desgracia a la globalización nos estamos enterando un poco de que el sistema es el mismo. Ricardo transmite la ingenuidad de esa clase media que no estaba enterada de nada. y que piensa que no es posible que sean tan malditos.
P: ¿Se la recomendarías a alguien en especial?
R: Iba a decir a algún político, pero creo que no vale en realidad, lo que se lo recomiendo es a la gente del pueblo, a la clase media y baja. En realidad a todo el mundo, pero tengo menos esperanza en las clases altas y en las empresas. Tengo más esperanza en la trabajadora.
P: Has cogido miedo a la naturaleza después de esta película?
R: (Ríe) No, no. Soy amante de la naturaleza. Toda mi vida cuando vivía en Córdoba en Argentina, todos los fines de semana era obligados irnos al campo, y nos íbamos a escalar mucho. Siempre he estado en mucho contacto con la naturaleza. Siempre. En todo caso los accidentes se pueden dar en cualquier parte. Uno tiene que estar atento a la seguridad.
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