Jim Carrey hace mucho que perdió el norte y dejó de hacer films interesantes para público y crítica. Con una lista de títulos compuestos por «éxitos» como Di que sí, El número 23, Dick y Jane: Ladrones de risa o A Christmas Carol, las expectativas depositadas en un principio en estos pingüinos eran más bien escasas.
Pero nada más lejos de la realidad, la gran diferencia entre esta y las cintas antes mencionadas es que Los pingüinos del Sr. Popper saben muy bien a qué público se dirigen: los niños. No hay más.
Basada en el relato de Richard y Florence Atwater, la historia no cuenta nada que suponga alguna novedad –ni lo pretende–, pues nos encontramos con un hombre que no guarda un gran recuerdo de su padre (casi siempre ausente por trabajo) y que está cometiendo los mismos «errores» con sus hijos hasta que un grupo de seis pingüinos invaden su vida.
En este sentido, Los pingüinos del Sr. Popper enarbolan la bandera de la honestidad con gran vigor. Es una película para disfrutar en compañía de los más pequeños, aunque también es cierto que con tanto abrigo y moralina final, es un título que habría pegado más en fechas navideñas.
Jim Carrey, pues, puede estar contento con el resultado, a pesar de que le resulte imposible no gesticular de forma histriónica. Algo que, si bien tiene su gracia y es lo que le pide una parte de la audiencia, el personaje de Tom Popper no lo pide en ningún momento. Éste es un verdadero tiburón de los negocios, serio, algo estirado y más preocupado por su trabajo que por su familia. Por ello, que de repente le den esos «espasmos» no viene a cuento.
Pero al margen de esos dos-tres momentos su actuación es bastante contenida y recuerda que cuando quiere, Jim Carrey puede ser más que un bufón.
Y aunque el sea el protagonista absoluto, quien se lleva todas las atenciones es Angela Lansbury que interpreta a una tenaz señora propietaria de un restaurante y pone en su sitio al bueno de Jim en todo momento. Así, aunque a los mayores no les llegue a atraer la historia, poder ver a la veterana actriz en acción es un motivo de peso para pasar el «trago».
En definitiva, Los pingüinos del Sr. Popper es el típico producto estival para ver en familia en el que lo que se ve es lo que ofrece, ni tiene ni pretende tener más lecturas.
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