Con la moda vampírica en su punto álgido era inevitable que ésta echara el guante a alguna producción de los 80, década de la que beben gran parte de los directores que han empezado a despuntar en los últimos años. Casualidad o no, Noche de miedo (Tom Holland, 1985) era carne de remake: título de poco presupuesto, con actores a los que ya poca gente sitúa en el mapa, con una propuesta sencilla, muy digerible y recordada con cariño los fans del género a pesar de sus limitaciones.
La suerte de la que ha dispuesto el equipo encabezado por Craig Gillespie ha sido contar con el propio Tom Holland, lo que ha dotado al film de la esencia de la obra original y le ha evitado repetir y copiar las situaciones que se daban en aquella. Todo lo contrario, cogiendo dichas escenas, Marti Noxon (la guionista) y Gillespie, les han dado una vuelta de tuerca de tal modo que a los conocedores del film de 1985 les venga el recuerdo a la mente y, al mismo tiempo, se sorprendan como el resto del público.
Esto no se limita a como se producen los acontecimientos, que en su mayoría mejoran a su predecesora (aunque algunas escenas como la de la discoteca quedan como simples homenajes que no aportan nada a la trama); sino que ya el propio carácter de los personajes se ha modificado (algunos son irreconocibles) y otros directamente se han suprimido para favorecer una mayor profundidad en otros o añadir otros nuevos.
Así, Peter Vincent pasa de ser una antigua estrella de la serie B reconvertida en presentador de programas de terror a un ilusionista ególatra y admirador de la moda gótica; o Jerry, el vampiro, quien fuera un perfecto caballero, en este remake se convierte en un chulo de barrio. Y ocurre lo mismo con todos. Como el propio Charley (Anton Yelchin) reconvertido en uno de los chicos populares del instituto que esconde su pasado geek a su chica (Imogen Poots) y sus amigos.
Noche de miedo ha pasado por una clínica de cirugía estética para adaptarse a los tiempos y ha sacado su faceta más macarra y violenta (el prólogo es toda una declaración de intenciones y de ruptura con el film primigenio) sin dejar escapar la ocasión de señalar y reírse de la saga Crepúsculo. Aunque, al igual que en ésta, los protagonistas son chicos de instituto, ambiente en el que se mueve muy bien Noxon, La guionista, recordemos, trabajó en Buffy Cazavampiros escribiendo y produciendo gran parte de los capítulos.
Y para considerarse a sí misma una producción hija de esta década, no podía faltar el 3D que, en esta ocasión, sí es un 3D real y no una reconversión en posproducción. Pero ni con esas. Ya con el público saturado de tantas gafas lo mínimo es encontrarse con un elemento que apoye a la historia y no una distracción de feria que se limita a «salpicar» al patio de butacas.
Con todo a favor de Gillespie para lograr un producto más que interesante, el resultado no ha sido tan bueno como era de esperar. Al igual que en la versión de 1985, Noche de miedo tiende a dar por sentadas demasiadas cosas y algunos actos de los personajes son injustificados y confusos (tales como decir que no van a hacer una cosa al final de una escena y hacerla al principio de la siguiente).
A pesar de ello, hay que reconocerle que es un digno remake, que supera en muchos aspectos a su original, ha sabido adaptarse a lo que demanda hoy el público más joven y cumple el cometido para el que fue realizada: entretener.
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