Venganza: Conexión Estambul

Venganza. Conexión Estambul: Neeson vuelve a salvar a su clan

El dicho «segundas partes nunca fueron buenas» podrá ser un cliché pero se aplica perfectamente a la mayoría de las secuelas. Claro está, hay muy dignas excepciones en las que el resultado supera a la primera entrega (El Padrino II [Francis Ford Coppola, 1974]). En el caso que ahora nos ocupa probablemente no haya mejorías pero tampoco decae el nivel.

 

El ex agente de la CIA Bryan Mills vuelve a las pantallas cuatro años después de rescatar a su hija de las redes de la trata de blancas. Esta vez sus andanzas le llevan a Estambul, donde de nuevo tendrá que hacer gala de sus habilidades para que los suyos y él mismo puedan volver sanos y salvos a casa.

 

Liam Neeson en Venganza: Conexión Estambul

 

Eleva las cotas de imaginación que había establecido la primera película en detrimento de la credibilidad y la lógica. Si en 2008 podíamos ver a un Liam Neeson convertido en John Rambo que le catapultaría al estrellato de los hombres de acción, aquí sigue corriendo y dando hostias a diestro y siniestro pero utiliza más el ingenio en una suerte de McGyver rudo y curtido. Tanto que en muchas situaciones la sala no puede si no soltar una carcajada ante el gol que le acaban de meter. No solo porque las acrobacias que ejecuta el amigo Liam sean dignas de jóvenes traceurs que ni su propio doble de acción podría llevar a cabo sin romperse el espinazo, es que los secuaces gordos y bajitos del malo de la función consiguen seguirle el ritmo sin tener un ataque al corazón a mitad de persecución.

 

En su recorrido por Europa buscando a su hija no había un intento excesivo por hacer de las localizaciones un personaje más de la historia. Sin embargo, en esta ocasión han sabido aprovechar las angostas calles de la ciudad turca para jugar con ello en la trama. Los recorridos que memoriza Mills, las posibles salidas, las soluciones a destiempo, el GPS que posee por orientación; todo ello no habría sido posible de no tener clara la elección durante la escritura del libreto. Y ese es el mayor partido que se le saca a este filme. Es un transporte de lucimiento para el actor irlandés, pero ya que es posible, hay que aprovechar lo que se tiene entre manos. Y Besson y su equipo lo hacen más que de sobra.

 

Es este un producto más en la filmografía de Luc Besson, quien, al igual que su referente americano Bruckheimer, ha aprendido muy bien a lo largo de su extensa carrera lo que tiene que hacer para encandilar. No está dirigida por él, si no por una promesa más de su cantera Olivier Megaton, quien demuestra ser uno de sus pupilos más despiertos. Pero no engaña a nadie. En cualquier producción que lleve su almibarado apellido en la cabecera tiene más suyo que de cualquier hilo que haya decidido mover del títere de turno.

 

Maggie Grace en Venganza: Conexión Estambul

 

Lo que diferencia a este título (como en su momento ocurrió con el primigenio) es la presencia de Liam Neeson. Sin palabras nos quedamos ante la manera que ha tenido el protagonista de La Lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) de reconducir su carrera tras el traspiés que le dio la vida y que afrontó de la manera más positiva posible. Tras una carrera plagada de grandes trabajos pero permaneciendo a la sombra de las grandes estrellas decidió arriesgar y poner algo de cerebro entre tanta testosterona y músculo en un género que vive un revival actualmente. La jugada no pudo salirle mejor. Le llueven las ofertas de trabajo (secuelas incluidas), no revienta taquillas pero su nombre recauda y viste, gusta por igual a crítica, público y productores y los trabajos que acepta no son baladí.

 

La marca Besson está por todas partes y sus acérrimos acólitos disfrutarán de explosiones, peleas, persecuciones y demás parafernalia. Sus detractores podrán olvidar que el guión es suyo y disfrutar del mejor héroe de acción del último lustro.

 

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