Un año después de reventar las taquillas italianas (allí se acaba de estrenar la segunda parte) llega a España esta historia sobre un grupo de amigos de la adolescencia que se reencuentra 20 años más tarde. El tema está tan trillado y lo hemos visto tantas veces que lo único que podemos esperar de este largometraje es humor, nostalgia y un mínimo de corrección técnica en la realización. Y en ese aspecto cumple.
Dado que han sido coetáneas en su estreno, es difícil no pensar en American Pie: el reencuentro (Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg, 2012) durante el visionado. La idea de un grupo de amigos que sentían que siempre estarían unidos, la erosión que provoca en la amistad el paso del tiempo y los recuerdos que trae consigo la reunión están presentes en ambas cintas.
Menos gamberra y con una pretensión un tanto más adulta que la americana, Inmaduros cuenta con una cantidad nada despreciable de buenos gags, situaciones disparatadas y momentos tiernos que evocan amistades pasadas y generan el deseo de volver a esas personas en el espectador.
Paolo Genovese ha querido dotar a la obra desde el guión de unas relaciones entre los personajes algo más profundas de lo que los límites de una comedia estándar le permite. El inconveniente reside en que se queda en el intento. Todos están demasiado encorsetados en sus respectivos roles, sin poder salirse un ápice de lo que se espera de ellos. Desde la tonta premisa con la que arranca todo el conglomerado y que se justifica con un «sus razones tendrán», hasta el esperable final.
Sin embargo, a pesar de la automatización de las acciones de los protagonistas, Lorenzo supone algo de frescura en el elenco. El papel interpretado por Ricky Memphis se queda todos los chistes ingeniosos y raro es el momento del metraje en el que no dibuja una sonrisa en la audiencia.
El principal problema al que se enfrenta Inmaduros es la indefinición del público al que se dirige. Aunque su humor sea más internacional de lo que nos tienen acostumbrados los transalpinos, no es de extrañar que haya sido un verdadero éxito en su país de origen, pues los clichés son visibles en cada escena. Sin embargo, es un relato sobre treintañeros cercanos a los 40 que (con mayor o menor éxito) están descontentos con sus vidas. Hasta ahí todo correcto, cualquier persona nacida en la década de los setenta podría identificarse. En cambio, el tono humorístico de la cinta parece dirigido a jóvenes en la veintena que podrán ver semejanzas con su día a día pero que en ningún caso podrán sentirse en el mismo momento vital que los personajes.
A pesar de estos fallos, el resultado es una película de esas mal llamadas «amables», lo que no deja de ser un eufemismo para decir que no exige nada más que sentarse en una butaca, apagar la mente y dejarse llevar por la sencillez de una comedia simpática.
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