La prima cosa bella ha llegado a España con cierto retrato respecto a su estreno en Italia (2010), pero el haber sido la película elegida por su país para luchar por el Oscar y haber cosechado buenas críticas de los medios italianos ha hecho que Alta Films apueste finalmente por su distribución en España.
La película retoma el camino de la comedia italiana más clásica en un sentido homenaje de Paolo Virzi a un cine que parece tener poca cabida en las salas actuales, más preocupadas por vender palomitas.
La prima cosa bella es, decimos, una comedia, pero una comedia emocional, con un regusto agridulce que hace un recorrido a lo largo de la vida de Anna Nigiotti (Micaela Ramazzotti / Stefania Sandrelli) a través de los ojos de su hijo Bruno. Porque, aunque sea la mirada de Bruno la que narra los hechos o sean sus temores e inseguridades las que estén en primer término, es Anna quien se rebela como centro de la historia y es su inusitada ingenuidad la que condiciona la vida de sus allegados.
Paolo Virzi se sirve de los recurrentes flashbacks para intercalar el presente de un Bruno (Valerio Mastrandea) infeliz, cuya madre está moribunda, con una infancia (y en menor medida, juventud) que nos va descubriendo como han llegado todos los personajes al punto actual.
La prima cosa bella es un cuento sobre la memoria, sobre como nos condiciona ésta a lo largo del tiempo. Los recuerdos de una persona no siempre son los mismos a los de otra, por mucho que hayan vivido la misma situación. De ahí que Bruno y Valeria (Claudia Pandolfi) tengan visiones tan diferentes de su madre cuando llegan a la edad adulta y se enfrentan a los últimos días de ésta.
Y es también, un cuento muy italiano. Su humor, sus personajes, sus dramas… todo es muy italiano; lo que, por un lado, nos acerca a una cultura que en el fondo es muy parecida a la nuestra pero que; por otro lado, necesita que la aceptemos como tal para poder disfrutarla. Los clásicos del país transalpinos se respiran por los cuatro costados, pero Virzi no logra hacerlos suyos y el homenaje le queda muy encosertado.
Se recrea en exceso en descripciones, recuerdos y escenas costumbristas que no hacen avanzar la trama, por lo que ésta tiende a hacerse algo tediosa entre tanto salto temporal hasta llegar al último tercio, ya centrado en la más absoluta actualidad y donde los personajes hacen balance de los caminos que les han llevado hasta ahí.
Paolo Virzi nos ofrece un título que desprende grandes dosis de nostalgia, quizás demasiada, y que discurre con poca fluidez durante parte de la historia, pero nos recuerda que hay un cine más allá de las grandes coproducciones internacionales y los taquillazos americanos.
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