Durante la última noche en un crucero de vacaciones en el planeta Tritón-9 los agentes de la Policía Armada Federal tratan de identificar y capturar a un peligroso terrorista que se oculta entre el variopinto pasaje. Pero lo que parecía que iba a ser una misión rutinaria pronto comienza a complicarse: el equipo técnico disponible no parece de la mejor calidad, varios conocidos malhechores también se encuentran a bordo y un inquietante personaje hace una inesperada aparición… ¡Procyon!
Esta es la sinopsis de la nueva obra de Ricardo Machuca, un relato de intriga que tiene en la comedia a su mejor aliado para enganchar al lector. La premisa es bastante sencilla, hay un misterio que resolver y nadie es quien dice ser; la lectura ideal para todos los amantes de loa misterios policiacos. Y si lo envolvemos todo en un contexto sci-fi, la mezcolanza resultante es de lo más apetecible.
La historia arranca un tanto dubitativa, nos presenta a un par de personajes que harán las veces de narradores de la acción y plantea una trama que parece girar en torno al suspense y el misterio, pero en cuanto el foco se centra en el crucero y su pasaje, un desenfadado –y excesivamente infantilizado– sentido del humor hace su aparición junto a toda una multitud de nuevos actores de esta intriga. Machuca entonces pierde un poco el rumbo ya que intenta dar protagonismo a todos ellos en lugar de dirigir su atención a la historia principal. La intencionalidad de crear ambiente y explorar la comedia es evidente a ese respecto, pero genera en el lector una sensación de desconcierto ante la percepción de que el autor no sabe muy bien qué quiere contar. Un desarrollo irregular, de menos a más, que podría encontrar su explicación en las explicaciones vagas y poco claras con las que se presentan algunos de los hechos de Procyon, obligándonos a aceptar la situación tal como se nos da.
Por suerte esta imagen no dura mucho y Machuca encuentra un punto de equilibrio de tono entre la comedia y el suspense. En cuanto lo logra, el libro va como un tiro, dejando al lector con ganas de más aventuras de sus protagonistas. Gran parte del mérito lo tienen, de un lado, su facilidad para crear unos personajes que no necesitan más que un par de trazos para quedar bien definidos y, de otro, la imaginativa realidad creada por el artista. El componente sci-fi –cuya función es únicamente instrumental– deja entrever la existencia de un mundo riquísimo del que pueden sacarse decenas de historias.
En cuanto al dibujo, de un marcado estilo cartoon, destaca por su sencillez y expresividad, aunque pide un coloreado que lo potencie y haga más atractivo visualmente.
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