Bandera Negra

Bandera negra: De piratas y monstruos

Bandera NegraDirectamente desde Francia –que cada uno elija si a surcando el Mediterráneo o el Atlántico– desembarca en nuestras costas el Black Joke, navío capitaneado por el pirata de circunstancias Dark Dan y su tripulación, quienes traen consigo una aventura dispuesta a recuperar las buenas sensaciones del género –esas que la fílmica Piratas del Caribe ha ido perdiendo con el paso de las secuelas– abrazando una vertiente fantástica en la que tanto vale la influencia lovecraftiana como las leyendas marítimas.

 

Yermo Ediciones, en su apuesta por ofrecer formatos integrales en elegantes ediciones de tapa dura, recopila los tres capítulos publicados en el país vecino para que podamos disfrutar de este entretenidísimo relato escrito por Éric Corbeyran con Brice Bingono a los lápices y Nicolas Bastide encargándose del coloreado. El único pero que se le puede poner a esta edición es su ausencia de contenidos extras que complementen la lectura.

 

Tomando como base los supuestos de las historias de piratería, con muchos  de sus elementos y localizaciones característicos (como la isla Tortuga como puerto franco o la búsqueda de un tesoro como mcguffin–, Bandera negra se apoya en la fantasía y el terror para concebir una narración de lecturas más profundas e, incluso, de carácter social, presentando un reparto paritario y multiracial, algo que a día de hoy en muchas ocasiones sigue brillando por su ausencia. Así, personajes como Bonnie cogen el testigo de piratas como Morgan (Geena Davis era de lo más destacable de La isla de las Cabezas Cortadas [1995]) y junto a una también aguerrida Mahalia plantan cara a los estereotipos de género de este tipo de aventuras. Sin embargo es Dark Dan, el capitán, sobre quien gira toda la historia. Personaje torturado y con más de un secreto se mueve incansablemente en busca de justicia y de obtener la libertad. Y es que el guionista toca el concepto de libertad desde varias perspectivas, de la más literal (expuesta a través de la esclavitud negra) a la metafórica, reflejada en el sentir de algunos de los personajes (como reflejan las motivaciones del protagonista o la conversación que mantienen Mahalia y Bonnie en torno a la mitad del primer capítulo).

 

Quien vaya buscando un entretenimiento más liviano –entendiendo esto como una aventura en sí, sin más dobles lecturas ni interpretaciones soterradas– también lo encontrará en estas páginas gracias a la inclinación de su trama hacia el fantástico de corte oscuro. La búsqueda del tesoro lleva a los protagonistas por territorios desconocidos en los que la magia y las leyendas toman especial relevancia, encontrándonos desde seres que perfectamente podrían formar parte de los dioses exteriores de Lovecraft cuya historia, solo apuntada, da buena cuenta de la riqueza que esconde el mundo ideado por Corbeyran, a otros de los que suelen inundar los mitos de los piratas. No faltan tampoco las dosis de acción y comedia para aderezar la trama.

 

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Así pues, Corbeyran despliega una elogiable variedad temática que enriquece la aventura. Para alargar la trama y profundizar en los caracteres, el autor arranca la narración in media res, acudiendo a las retrospecciones (lo que serían los flashbacks) principalmente en el segundo capítulo. Esta se revela como una inteligente decisión, ya que desde la primera página el escritor mete al lector de lleno en la acción y es cuando ya lo tiene enganchado cuando ofrece las pistas del pasado, que a veces sirven para hacer revelaciones o matizar el retrato de sus protagonistas, y a veces para poner sobre la mesa nuevos interrogantes. El tomo esconde varios giros de guion que nos recuerdan que no se debe dar nada por sentado, fortaleciendo la complejidad del relato, aunque también abre la puerta a algunos ejemplos de deux ex machina que evidencian cierta dejadez –o falta de ideas válidas– en algunas situaciones, lo que no repercute en el buen sabor de boca que deja su lectura en conjunto. El objetivo es claro y conciso: entretener, y esto consigue con creces.

 

Brice Bingono realiza un trabajo espléndido a los lápices, con un dibujo muy fluido que transmite de maravilla la sensación de movimiento, sobre todo en las escenas de acción. Quizás en los planos generales y las secuencias de lucha entre varios personajes le falte un poco de detalle, pero –insisto– la cualidad cinemática de sus imágenes compensa sobremanera esa relajación en los detalles. Un dibujo, pues, dinámico, muy imaginativo en la creación de los escenarios y criaturas de corte fantástico, y que ofrece unos primeros y medios planos muy atractivos de sus personajes.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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