Cartel de Leviatán

Leviatán: Lucha titánica actual

En toda sociedad ha habido monstruos o demonios de los que defenderse. A día de hoy, en lugares supuestamente desarrollados la expropiación es uno de ellos.

 

El realizador ruso Andrei Zvyagintsev deslumbró con su ópera prima El regreso, continuó su éxito con historias como Elena, hasta llegar a Leviatán. Su nueva película ha empezado con buen pie en su paso por festivales (en Cannes fue el mejor guion y en el de Sevilla el de la mejor fotografía).

 

Su historia se asienta en un lugar casi inhóspito de Rusia, en un pueblo a orillas del mar Baren. Allí vive Kolia, un humilde trabajador con su familia (su segunda mujeres y su hijo del primer matrimonio). Dada la excepcional ubicación que tiene su casa, el alcalde del pueblo insiste en echar a la familia para adueñarse del terreno para intereses propios. Pero el hombre se niega a irse de allí y pide ayuda a un viejo amigo suyo, Dimitri, abogado de profesión que llega de Moscú para ayudarle.

 

Vladimir Vdovichenkov en Leviatán

Vladimir Vdovichenkov en Leviatán

 

Zvyagintsev habla de la Rusia actual, aquella que está inmersa en las sombras de la corrupción, la violenta, la ebria de vodka. Desde el minuto uno, fuerza al público a hundirse en la ponzoña. El emplazamiento habla por sí solo:  una abrupta naturaleza, donde un pueblo ajado se cae, los niños no tienen con qué jugar, los matrimonios almuerzan malhumorados el uno con el otro, y el “pequeño poder” saca provecho de los debilitados contribuyentes. El realizador va más allá de asustar, oprime a los personajes y al espectador con su relato.

 

Lo que presenta es una radiografía de la Rusia actual, la que no muestra Moscú con pretensiones de superpotencia. Aquí sólo hay residuos de una nación que mira hacia el crecimiento y la pronta riqueza, donde habitan víctimas del temible lema “Expropiar para especular”, el eslogan que enarbolan los leviatanes ocultos en una sociedad aparentemente boyante. Lo que se presenta aquí son restos de un pueblo que mira a su pasado con aversión y que sale adelante pese a la desigualdad de un sistema jurídico complejo y arbitrario.

 

La narración de Leviatán es lenta y pausada; pese a la tragedia que sufren los personajes, hay  hueco para el humor dentro del drama. El cineasta redacta un guion potente. La historia usa bien el tempo, el ritmo no va con prisas,y la narración resulta interesante aunque se disipe en alguna ocasión.

 

Aleksey Serebryakov y Elena Lyadova en Leviatán

Aleksey Serebryakov y Elena Lyadova en Leviatán

 

Su fotografía es limpia, con planos fijos que hablan más que muchos diálogos. Los pequeños movimientos de cámara y el zoom son sutiles para no perder la carga simbólica. El sonido expresa mucho: el silencio se rompe con el oleaje del mar, los disparos o los personajes, que atruenan en el relato en ciertos momentos.

 

No es para todos los públicos dado su ritmo y estilo, pero es un retrato valiente, fuerte y con una furia interna atroz, como las oscuras bestias.

Acerca de María Aller

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Madrileña. Comunicadora. Periodista. Sagitaria. Bonne Vivante. Cine. Y festivales, series, libros, cocina, deporte... recomiéndame!

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