«El mundo casi se acaba y lo único que nos queda es su misterio«
Segundo y enigmático número de la colección de las buenas gentes de Panini con la que Jonathan Hickman pretende revisitar y revisar los diferentes panteones marvelitas y la manera en que encajan entre ellos y con el mundo de los humanos y los héroes. Para esta ocasión el autor decide dividir la historia en dos (el número de protagonistas que contiene) y se lleva a Wyn, a su acompañante y al Doctor Extraño de paseo para averiguar quién es Cubisk Core y cómo fue capaz de desatar un poder como el que vimos en el primer número de esta colección. Por otra parte, Aiko se embarca en una misión que parece consistir en apadrinar y maravillar a una nueva proto-maga (Mia) con un fin que todavía dista de sernos desvelado.
Todo esto, como os iréis imaginando, muy en el estilo de Hickman. La primera entrega nos pareció bastante reveladora para lo que nos tiene acostumbrados, así que en este segundo capítulo vuelve por sus fueros y nos ofrece un relato críptico que poco o nada desvela, sino que se dedica a sembrar las semillas de la historia principal que pretende contarnos al sumar todas las entregas. Uno termina quedándose como siempre que lee algo de este guionista: con la sospecha de que esta historia se disfrutará mucho más cuando contemos con todos sus capítulos publicados, pero con el miedo de perderse algo importante y definitorio para el futuro de la Casa de las Ideas tal y como fue diseñado para disfrutarse desde la editorial norteamericana.
«En el universo hay un orden invisible. Todos lo conocemos de forma instintiva«
El cómic sigue apostando por la dualidad (ciencia y fe, amor y deber…) y asocia con Aiko a una usuaria de magia del mismo modo que ha colocado a un científico al lado de Wyn. La idea central de estos cómics es, pues, el equilibrio y los sacrificios necesarios para no sólo alcanzarlo, sino mantenerlo en el tiempo. Los tebeos, con dos protagonistas que son como la noche y el día pero que de alguna manera persiguen fines similares, inciden aún más en este concepto e intuyo que el exceso (o defecto) de peso en cualquiera de las partes de la balanza será determinante para el resultado final de la historia que se nos está contando. Una historia que, por cierto, está ilustrando Valerio Schiti (se lo debe estar pasando en grande el artista con la galería de rarezas que le está tocando dibujar) con los siempre solventes colores de Marte Gracia y que cuenta con unas magníficas portadas de Mateus Manhanini, artista brasileño del que he visto poco hasta la fecha (más allá de algunas variantes), pero que está dotando a esta colección de un estilo único.
Lo dicho. Pese a que, como con todas las historias de Hickman, el relato pide una relectura esclarecedora, la verdad es que el guionista se está ‘conteniendo’ lo justo como para que su historia nos invite a querer saber más en lugar de a esperar a que más estén publicados. Tanto Wyn como Aiko me parecen personajes sobre los que merece la pena pararse un segundo para profundizar y todo apunta a una profunda revisión de lo que sabemos y lo que se nos ha contado desde siempre para adaptar los viejos mitos a los tiempos modernos. Siempre será bueno poder al menos decir que estuvimos aquí para verlo ocurrir en tiempo real.
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