Confucio: Be water my friend

ConfucioConfucio, para quienes no tengan la enciclopedia a mano, fue un filósofo chino que vivió en torno al 500 a.C. y fue el creador de una corriente de pensamiento denominada confucianismo, que ha influido notablemente en la historia de países como China, Japón o Corea y que fue introducida en Europa de la mano de los jesuitas.

China, en un intento de exportar una imagen positiva de la filosofía que se supone base de su educación, le encargó en 2009 a Mei Hu que, con los medios de una gran producción, creara una película que pudiera exportarse al extranjero y funcionase en sus salas. El guión original fue modificado en multitud de ocasiones por las autoridades chinas hasta que en enero de 2010 la película pudo, al fin, estrenarse.

Un año después la película llega a nuestras salas y, conociendo la historia de su nacimiento, resulta complicado ir a verla sin prejuzgar.

Aún así, al poco de comenzar la película algo te choca. Parece una historia a la que le faltan pedazos. Por ejemplo: Comienza en un punto intermedio de la vida del filósofo, saltándose su más que interesante, pero políticamente poco oportuna, infancia y juventud. Además, el personaje principal es tan «perfecto», tan moralmente superior que, en ocasiones, resulta poco creíble… Algo huele a chamusquina. Aún así no nos encontramos frente a una mala película. Se trata de un drama histórico con una excelente elección de emplazamientos, vestuario y hasta actores.

ConfucioLa historia:

En las dos horas de película se nos cuenta la historia de Kong Quiu (nombre aproximado en chino del filósofo) desde que es nombrado alcalde/magistrado de la villa de Zhongdu en el Reino de Lu (lo que en la China actual es la provincia de Shangdong) hasta su exilio del mismo y su transformación en sabio errante al que acompañaban sus más leales discípulos.

La historia, una vez olvidados los prejuicios, es interesante. Pero adolece de una exageradísima cantidad de información en pantalla. Cada nuevo personaje es presentado con su correspondiente cartel… y hay nuevos personajes de principio a fin. Cada batalla, cada ciudad, cada lapso temporal, es también explicado por este medio; lo cual termina resultando tedioso para el espectador, hasta el punto de terminar no prestándoles atención a dichas aclaraciones.

Ahora bien, con la excusa del exilio, Mei Hu nos lleva de viaje por multitud de espectaculares paisajes chinos (desde el desierto hasta las cumbres nevadas) y nos muestra una sociedad decadente de reinos que iban aplastándose los unos a los otros y fragmentándose poco a poco (¡con lo buenos que son los imperios!).

Los Personajes:

Realmente «El Personaje». Ya que el setenta y cinco por ciento de la película es Yun-Fat Chow (Tigre y Dragón) redimiéndose del fiasco que supuso hacer de Duende Tortuga en Dragonball Evolution con una interpretación inmaculada de Confucio. Cuando su personaje sufre tú te lo crees, cuando hace bromas sonríes con él. Muy bueno en su papel, que pasa del de hombre de estado a prácticamente el de padre de muchos hijos (los discípulos de Confucio).

Confucio

La Música:

A cargo de Cong Su (ganador del Oscar por la Banda Sonora de El Último Emperador) La música es muy correcta a lo largo de todo el filme, le da acompañamiento y empuje a la acción para pasar a cobrar un mayor protagonismo en las escenas sin diálogo, con algunos temas que podrían justificar para mí la compra de la banda sonora, por su calidad técnica y, cómo no, su belleza. Faye Wong (famosa actriz y cantante china) compone el tema que cierra la cinta: Orchid Parade. Una delicia para los oídos.

En resumen:

No es una película que vaya a dejar contento a casi nadie. A los fanáticos de la historia por sus inexactitudes y al resto por la sobrecarga informativa. Sin embargo contiene escenas que son verdaderos regalos para la vista.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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