Nunca es tarde si la dicha es buena. De eso da fe And So It Goes. El largometraje no, sino sus protagonistas. Michael Douglas y Diane Keaton. La pareja de actores logran, pasados los sesenta una química envidiable. Tal simbiosis es la chispa que salva la presente película.
El caso es que Rob Reiner, artífice de grandes obras en los ochenta y tan dispares como La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally o Cuenta conmigo, es un experto de acercar las mieles al público de las comedias románticas, con mayor o menor tesón.
En su último trabajo, el cineasta toma un texto de Mark Andrus que hace aguas por todos lados. Momentos previsibles, diálogos inconexos, personajes demasiado metidos en los clichés, e incapaz de calar en el espectador. La historia tarda en arrancar y al público, principalmente de la quinta de sus protagonistas, le cuesta entrar en harina. Y es que la receta no es nada novedosa: el pastel final queda bien en presentación pero falto de sabor (mucha azúcar y poco fundamento). Desde luego el guion no es lo fuerte de la película ¿En serio ha salido del mismo autor de Mejor…imposible?
Pero sin duda, lo que destaca de la historia es ver a estas dos estrellas juntas. Más de hecho a Douglas. Aquí interpreta un rol muy manido, el viajo cascarrabias sin amigos que ansía retirarse. En cuanto se acerca la gran fecha, su hijo, el típico vástago pródigo, le pide que se haga cargo de su -no podría ser de otra manera- adorable nieta Sarah (Sterling Jerins) mientras él cumple condena unos meses. Así el argumento se asienta a base de narrar el apaciguamiento de Oren (Douglas) gracias a sus allegados, sobre todo por su vecina Leah (Keaton) y la pequeña.
Al actor de Instinto básico cuesta verle de nuevo en un título tan suave; ya queda lejos esa mordaz Guerra de los Rose o el puro romance de El presidente y Miss Wade -filme dirigido también por Reiner-. Sin embargo el hijo de Kirk sale airoso, y gracias en parte a las buenas migas de su vecina Keaton, ya más inmersa en estas lides, y eso que la actriz tiene potencial de sobra para desarrollar más allá de los muros de la comedia comercialona.
Así nos va no cae mal pese a su poca calidad. Posee un argumento al que bien podría haberse añadido más ritmo, más acidez y picardía. Lo que pasa es que el bueno de Rob prefiere comportarse, y seguir la dinámica del género políticamente correcto. Quizá por eso para desinhibirse un poco aparece actuando en trabajos tipo El lobo de Wall Street. Su buen ojo aquí ha ido a parar al casting. Quedan muy simpáticos. Profundos, no tanto.
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