RZA o no tiene amigos: dirige, produce, escribe y compone; o tiene muchos: Eli Roth, Quentin Tarantino, Russell Crowe, Lucy Liu… sea como fuere el rapero y productor no ha tenido a nadie a su lado que le dijera «El hombre de los puños de hierro, no. Sigue con la música que es lo tuyo«. Ya no hay amigos de verdad.
Y esta falta de amigos honestos es la que lleva a que una cinta mediocre se estrene en todo el mundo. Una cinta que Tarantino solo presenta (que siempre caemos en el error, ni produce ni hace nada, solo presta su nombre, que queda guay). Una cinta que ha tenido a Russell Crowe más tiempo atiborrándose en el catering que actuando. Una cinta que toma prestados los decorados de Kill Bill (al final el bueno de Quentin ha prestado algo más que su nombre). Una cinta, en definitiva, que vende mucho humo. Un capricho por y para colegas.
Esta suerte de precuela de Django Desencadenado nos presenta a un negro liberto que por casualidades de la vida acaba en China, y enamorado de una prostituta local por la que lucha contra los mafiosos del lugar. Así grosso modo. A su alrededor se conforman tramas que mezclan guerras entre clanes, extranjeros con intenciones poco claras y un burdel en el que cualquier fantasía puede hacerse realidad. Todo al servicio de un espíritu grindhouse cargado de amor y referencias al cine de artes marciales que se queda en medianías.
Primero porque la propuesta se toma demasiado en serio a sí misma. El único que parece tomárselo con sentido del humor es un Russell Crowe pasado de peso que debía un favor a alguien. Si no, no se explica su participación. Un tipo con cuerpo de latón, otro llamado Cuchilla X y, por no citar mucho más, un grupo de malvados que se disfrazan de lobos y bailan alrededor de una hoguera. Con la de posibilidades que existen, ¿por qué tanta heroicidad y dramatismo?
El hombre de los puños de hierro se da unas ínfulas que no tiene. Hace 15-20 años habría sido carne de videoclub.
Aparte de ver a Jamie Chung (porque escucharla, la escuchamos poco, total para qué) pocos placeres ofrece un título cuya gracia, el hombre de los puños de hierro, no aparece hasta pasada la mitad del metraje, jugando al despiste desarrollando un supuesta historia coral que se resuelve a mamporros. Si la dirección no fuera tan errática promoviendo un segundo acto soporífero, un montaje que cambia según le viene en gana y unas dignas sobreactuaciones, quizás habría sido una divertida propuesta.
Malditos trailers y sus expectativas.
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