Las décadas de los 70 y de los 80, años dorados de las películas de terror, son un filón para los cazadores de joyas olvidadas o como mínimo, poco conocidas, en especial las pertenecientes a la serie B bien realizada. Films como Night of the Creeps, Leviathan, Dolls o The Food of the Gods por nombrar algunos, fueron relegados injustamente a un rincón oscuro por éxitos del momento que no necesitan presentación, pues ya fueran historias de endemoniados, alienígenas, fantasmas, o animales asesinos tuvieron más suerte en taquilla, o simplemente, más presupuesto y por ende, mayor promoción. Una de esas tantas olvidadas, No Temas a la Oscuridad (Don’t Be Afraid of the Dark, 1973), es la que nos ocupa, en vista del remake creado por Guillermo del Toro (Cronos, 1993), confeso admirador de la cinta original.
Dirigida por John Newland (The Suicide’s Wife, Crawlspace), habitual director y productor tanto de series como de films para televisión en las citadas épocas, la sinopsis de su película es sencilla, directa y efectiva, como la propia cinta: Sally Farnham (Kim Darby) se muda a la casa de su fallecida abuela, con su marido Alex (Jim Hutton). En labores de decoración, Sally desbloquea una chimenea sellada a propósito tiempo atrás, desoyendo las advertencias del señor Harris (William Demarest), liberando así el horror que ha esperado su oportunidad desde hace años.
Inquietante, directa al grano, sin florituras, poco presupuesto y buenos resultados son sus señas de identidad. Realizada para televisión, en concreto para la serie «la película de la semana» de la ABC, aunque por suerte en una época donde aún eran obras que se tomaban en serio, hasta el punto de que no se notaría si no fuera por algunos fundidos a negro que delatan su condición de telefilm —véase Duel de Steven Spielberg, curiosamente creada para la misma «serie», aunque más tarde le fuera añadido metraje para llevarla a la gran pantalla—. Da la agradable impresión de que sus creadores sabían lo limitado de sus medios para la historia que querían contar, y aprovecharon sabiamente sus recursos en el comprimido metraje del que disponían, dando un resultado más que satisfactorio en sus apenas 74 minutos, cumpliendo el dicho de que el mejor perfume viene en frascos pequeños.
Hoy en día, su terrorífica historia hecha a la vieja escuela no tiene el impacto que debió tener en sus tiempos, pero sin duda, sigue resultando igual de atrapante. Su angustiosa y fatalista atmósfera así como su calculado ritmo, están intactos, y cualquiera puede hallar detalles originales dentro de su clasicismo —en perspectiva, podría decirse que películas más famosas y reconocidas como Gremlins y Critters han sacado algo de esta especie de precursora, pero eso sería otra historia—. Por otro lado, su vertiente del horror está más encauzada a la claustrofobia y al miedo a lo desconocido, donde juega un papel importante los lugares oscuros y angostos, quizá por su escaso presupuesto para efectos especiales, pero todo ello llevado de forma eficaz.
Kim Darby, la actriz que dio muestra de su talento en la genial versión de Valor de Ley de Henry Hathaway (True Grit, 1969), sobresale a la cabeza de un reducido pero cumplidor reparto, saliendo airosa de las opresivas y perturbadoras escenas a las que se enfrenta su personaje. En cuanto a la parte técnica, el directo guión firmado por Nigel McKeand (The Waltons, Family) es ágil, está bien hilado y compensado, con buenas dosis de suspense y tensión, aunque los paladares más exigentes quizá podrían acusarlo de no dar alguna explicación puntual, algo que realmente no es necesario, pues más bien forma parte del aura de misterio que impregna la historia. El relato es apoyado por la tenebrosa fotografía de Andrew Jackson (Laredo, Chicago Story), que gana en las escenas oscuras y nocturnas con inquietantes toques de color azul, verde o rojo según la ocasión a resaltar, y casa perfectamente con la melancólica banda sonora de Billy Goldenberg (Ritual of Evil, Kojak), que pese a ser minimalista y escueta, acompaña afinadamente y tiene la decencia de no pretender engañar ni intentar asustar al espectador con desquiciantes subidas de tono en escenas de tensión, pues eso se lo deja a las imágenes apoyadas por el básico pero efectivo maquillaje creado por Michael Hancock (The Untouchables, Seven).
Concluyendo, pequeña reliquia casi olvidada para quienes aún buscan películas de terror enterradas por el tiempo y por públicos exigentes que tristemente desprecian cualquier cosa que no tenga el nivel —o la fama— de algunas de sus contemporáneas como El Exorcista o Poltergeist. Con algo de suerte, el remake sacará de las sombras a esta obra para disfrute de todos aquellos que quieran darle una oportunidad, pues como el mal que acecha en la vieja mansión de Sally, estas películas marginadas tienen todo el tiempo del mundo para volver a salir de los oscuros rincones donde están atrapadas.
Algunas curiosidades rescatadas del olvido:
-Las inquietantes voces escuchadas en ciertos momentos del film, son interpretadas por Nigel McKeand, el guionista.
-La película fue completada en dos semanas.
-La serie «La película de la semana» de ABC, duró desde 1969 a 1975, dejando muchos otros títulos interesantes, entre ellos The Night Stalker, Crowhaven Farm o Trilogy Of Terror.
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