Salvajes

Salvajes: Brutalidad esnob

 

Vuelve el Oliver Stone más bestia (en su significado más literal) con una historia que no da para los larguísimos 130 minutos que dura la cinta y que sin embargo no entrega al espectador ni uno solo de esos segundos para que respire.

 

Dos chicos ricos californianos (y la novia de ambos) se montan un imperio de la droga que interesa a los todopoderosos cárteles mexicanos, quienes harán todo lo posible por hacerse con él. Este es el argumento. No hay más.

 

Pero con estas herramientas Stone construye un duro retrato del mundo de la droga como en su día pudo serlo Scarface (Brian de Palma, 1983), pero sin la chabacanería pop de aquella que hace que hoy, a pesar de ser un clásico de culto, a algunos nos chirríe. Aquí el director de Platoon (1986) estampa su sello por todas partes: delirios macabros, planos aberrantes, violencia a raudales mostrada sin contemplaciones y una galería de personajes que fuerzan a sus intérpretes a deambular por la fina cuerda que separa una actuación sublime de una sobreactuación vergonzosa.

 

 

Benicio del Toro en Salvajes

 

 

Es el realizador que sobrecogió a todo el mundo por la crudeza de sus imágenes con filmes menores en su carrera, no aquel que emociona con trabajos sobresalientes más centrados en mostrar su verdad y llamar a la conciencia global. Sin embargo, probablemente sea la película más cuidada de en cuantas ha expuesto la violencia, la más estilizada. Ha sabido orquestar en todo momento los instrumentos que de él dependían para no acabar tornando el resultado en un gurruño empapado en sangre y entrañas. Dependerá de cada cual, pero coger una idea brillante con la que poder justificar el gusto por los excesos y entregar un material tan enmarañado como Asesinos natos (1994) es un error imperdonable. La propia madurez del realizador ha sabido frenarle para que no se desmadrara la locura. Atrocidad calculada y medida para casi todos los públicos.

 

El motivo por el cual esta Salvajes es buen cine y no una bazofia a manos de Michael Bay (con tamaños ingredientes en el arranque, uno podría sospechar que al megalómano director le interesaría) no solo es debido a que Oliver Stone sea uno de los cineastas más interesantes en activo; además, el libreto está basado en la novela homónima de Don Winslow, quien, de hecho, ha coescrito el guión a seis manos junto a Shane Salerno y Stone. No es que este proyecto le encumbre al firmamento de los literatos, es el trabajo de campo que ha realizado durante años para sus novelas lo que le brinda una veracidad a los acontecimientos que de otro modo podríamos entender como poco más que ultraviolencia ficcionada. Es real y Winslow es el inteligente testigo que nos lo refuta.

 

 

John Travolta en Salvajes

 

 

A pesar de lo que el nombre del director pueda vender el producto, lo realmente atractivo es el casting. Dispar, alocado y acertado. De los poco conocidos Taylor Kistch (de la serie Friday Night Lights) y Aaron Taylor Johnson (el autoproclamado superhéroe de la magistral Kick-ass [Matthew Vaughn, 2010]) quienes forman un trío con una química perfecta junto a la gossip girl Blake Lively, hasta los pesos pesados de la función Hayek, Travolta y Del Toro.  A Salma parece resultarle extremadamente difícil encontrar el equilibrio que su papel le exige, John intenta reconducir su carrera a fuerza de saber hacer y Benicio es el tiburón que suele comerse a todo compañero de reparto que tenga el infortunio de compartir plano con él.

 

Estos salvajes de Stone son mucho más de lo que el realizador neoyorkino viene ofreciendo pero menos de lo que puede ofrecer.

 

Deja un comentario:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados