Psihoyos trata de sorprendernos con imágenes espeluznantes, captadas desde sitios inhóspitos, teniendo los personajes que correr temidos riesgos para lograr camuflar sus cámaras. Gracias al director y a su equipo de profesionales, esta matanza llegó a los rincones más recónditos de la Tierra, levantando en manifestaciones, sindicatos, etc., a millones de personas para unirse a esta lucha benéfica contra la cautividad de los delfines. Porque, si algo quiere mostrarnos este documental, desde luego, es que una imagen vale más que mil palabras.
La tragedia, la sobre-impresión debido a las altas cifras que nos hacen llegar sobre estos asesinatos, la crueldad, la locura y el misterio de ese siniestro lugar donde se realiza esta matanza, son algunos de los ingredientes de este documental. A pesar de todo ello, el humor del director y sus acompañantes no se queda atrás, permitiendo, a su vez, dar un respiro al espectador para hacerle llegar un cierto halo de tranquilidad.
Hay que destacar la explosiva realización del documental, que no es un reportaje tradicional, lleno de entrevistas e imágenes típicas. Sino que es un documental especial, entretenido, donde el riesgo y la valentía de los protagonistas se hace esencial y transparente. Ganador, por tanto, de un Oscar en 2009, deja claro que es un documental arrasador, con una sensación de estar ante un thriller con un misterioso final.
Las protestas que tiñen el reportaje son extensas y variadas, pero, eso sí, realmente importantes y lo suficientemente necesarias para hacerlas llegar al resto del mundo. Desde luego, para poder ver esta maravilla audiovisual se necesita algo más que estómago, pues son imágenes demasiado violentas. A lo largo de la reproducción las náuseas, la melancolía, las risas, la impotencia y, finalmente, las ganas de actuar, son las distintas fases por las que Louis Psihoyos y compañía quieren que recorras. Y, una vez que las recorres, sientes que debes propagar la voz de lo que has visto y oído, y recomendarlo -sobre todo recomendarlo- para que el mundo vea las maravillas del océano, de sus especies y, ante todo, de esos delfines tan conectados con nosotros. Pero también, para que al ver esas maravillas y sentir una evasión infinita a otro mundo, se vea, además, lo que los humanos son capaces de hacer con ellas, esta vez, en el sentido de la crueldad, del crimen, del, definitivamente, asesinato de ese mundo azulado que tanto hemos admirado y del que, sin embargo, tan poco sabemos
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