Con la crisis apretando el cuello de todo el mundo, el estudiar una carrera pronto se convertirá en un lujo al alcance de muy pocos. Ésta película es un esforzado bosquejo de lo que a veces es necesario hacer para conseguir tus propósitos.
Anne (Juliette Binoche) es una mujer adinerada que, además de ocuparse de los niños de su casa (su marido, su hijo adolescente y su pequeño vástago), se ha labrado una importante carrera como redactora para la revista Elle. El artículo que se trae entre manos indaga en el mundo de la prostitución de universitarias, veinteañeras que, al no poder pagarse los estudios con trabajos (dulce ironía) para estudiantes, deciden explotar sus dones físicos para proporcionar placer a hombres en plena crisis de vida adulta.
El acierto de Malgoska Szumowska es no adoctrinar ni tomar juicios de valor sobre la postura de las chicas. Aunque no le faltan escenas desgarradoras que son necesarias en este tipo de largometrajes, las dos jóvenes protagonistas no son mujeres golpeadas por la vida, pese a tener sus dificultades; su ímpetu primigenio es el mismo, ganarse la vida. Es el personaje de Binoche quien en su afán periodístico hace las incómodas preguntas que rondan por la cabeza de todo el mundo, pero sin malicia, como un/a crío/a que pregunta a sus padres de dónde vienen los niños.
Charlotte (Anaïs Demoustier) y Alicja (Joanna Kulig) son personajes muy bien definidos. Ambas tienen el mismo objetivo pero las causas, y sobre todo los resultados, son caras opuestas. Las semejanzas entre una y otra están claras pero es sus finas líneas características es donde el trabajo de guión está más conseguido. El placer, el disfrute y la diversión con la que la polaca afronta la situación contrastan perfectamente con el asco, el descontento y la apatía que surgen en la vida de la francesa cuantos más clientes tiene. El peso de los personajes masculinos está francamente bien delimitado: los momentos cómicos, las situaciones más duras y sobre todo, la similitud con la que se encuentra Anne al ver a su marido reflejado en los hombres que acuden a las chicas. Pero el problema reside en el papel de Binoche.
La película se pierde según avanza el metraje. Comenzando con un planteamiento cercano al documental periodístico, engancha con los flashbacks que revelan poco a poco los vericuetos de las chicas. A mitad de película ya no son las universitarias las que importan, si no la situación familiar de la periodista, y aunque consigue que mantengas la atención con escenas de cama, ver a Juliette quemarse, hacer la comida y demás quehaceres hogareños no reporta nada.
La continua sensación de que el filme está pensado para que la oscarizada actriz francesa demuestre sus dotes (que lo hace), aleja al espectador del propósito de la directora, mostrar una realidad sumergida en nuestra sociedad, ante la que todo el mundo es ciego y que, si se ahonda, es palpable.
Así pues, el intento es elogiable ya que despunta comparada con títulos de semejante temática, pero no llega a tocar la fibra como cabría esperar y la directora pretende. El asunto es demasiado intrincado para la aparente maleabilidad con la que lo trata el filme.
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