Federico Moccia es un nombre que en los últimos años se ha puesto de moda y es el culpable de que muchas adolescentes pierdan el norte imaginando un precioso romance con sus libros… y películas.
El escritor, pensando eso de: «¿Quién mejor para adaptar mi obra que yo mismo?«, se pone tras las cámaras para dirigir Perdona pero quiero casarme contigo, secuela de su exitosa (en cines y librerías) Perdona si te llamo amor. Atendiendo a los antecedentes: la mencionada Perdona si te llamo amor, Tengo ganas de ti, Tres metros sobre el cielo (la española y la italiana)… los buenos resultados de esta película están prácticamente garantizados. Pero no nos engañemos, como producto cinematográfico cojea, y mucho.
Como secuela que es, la película retoma las vidas de los protagonistas en un punto en el que los conflictos de la primera parte están solucionados y se plantean otros nuevos. En este caso, la inminente boda entre Niki y Alex (ya nos lo está diciendo el título). Ahora bien, en lugar de buscar nuevas fórmulas para atrapar al espectador, se limita a copiar la estructura de la primera parte. Tanto, que nos encontramos con una historia muy predecible, pero ya no porque sepamos que va a suceder, sino que podemos deducir con mucha facilidad como se van a dar las cosas. Hay una enorme falta de ideas y de trabajo.
La relación de Niki (Michela Quattrociocche) y Alex (Raoul Bova), sobre la que gira toda la acción, es demasiado melosa, demasiado perfecta, parecen de anuncio. No es posible tomársela en serio. Lo que les falta a esta pareja lo encontramos en los personajes que les rodean: son pintorescos, divertidos y lo más importante, tienen problemas reales. Al igual que los protagonistas, sus amigos y familiares se quieren y se pelean, pero sus emociones son más humanas. De ellos, los más destacados son los padres de Niki que, aunque aparecen poco, revolucionan cada secuencia en la que aparecen.
Sorprende (o no, según se mire) que todas las caras que vemos a lo largo de la cinta sean de catálogo. El reparto compite por ver quién es el más guapo y hasta los que hacen de «feos» con un pequeño cambio de look se vuelven gente tremendamente atractiva. Esto, unido a la imagen machista que se da de la sociedad italiana nos aporta una imagen muy deformada de la realidad.
Con todos sus defectos, lo que sí queda claro es que las lectoras enamoradizas de las novelas de Federico Moccia irán en masa a ver Perdona pero quiero casarme contigo. Ofrece un amor imposible y un final feliz, ¿qué más necesitan?
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