En una ciudad de Argentina, Alanis sobrevive junto a su hijo vendiendo su cuerpo, argumentalmente no hay más en esta película a la que la protagonista da nombre pero su cineasta tiene recursos de sobra para incomodar a mundo que da la espalda a ciertas realidades y colectivos y para hablar de la mujer, la desesperanza y, hasta cierto punto, del destino. Los conocimientos sobre la prostitución femenina que puede tener cualquier ciudadano se limitan a los morbosos reportajes del late-night o a las meretrices que se ven en la calle y, pocas veces, alguien se atreve a entrar a sus lugares de trabajo para retratarlas como seres humanos y no como mero objeto de compra-venta para satisfacer la necesidad de un pene. Anahí se atreve directamente a entrar en la vivienda de dos trabajadoras del sexo para ser un testigo voyeur de como sobreviven: Alanis es una mujer joven y de aspecto esbelto que tiene un hijo de un año y medio (al que en una ocasión se refiere como «hijo de puta») y Gisela es una mujer mayor que, pese a intentar mantener cierta apariencia juvenil a través de la ropa, los años han podido con ella.
El primer contacto que tenemos con Alanis es en un plano fijo de ella sentada en el váter, acto seguido entra en la ducha, ha terminado un servicio y tiene que estar lista para el siguiente; la cámara está al fondo de un pasillo, a una altura media y colocada de una forma, aparentemete, aleatoria puesto que la puerta es la que encuadra la escena. Este plano nos sirve para entender la forma en la que está filmada toda la película: la cámara siempre medio escondida, como si estuviese apoyada en un mueble o elemento del propio espacio aunque no superpone elementos, en ocasiones utiliza un espejo para mostrarnos a los personajes más de cerca ya que nunca lo hará directamente o usará un primer plano. El fin de ésto es hacer sentir culpable al espectador, como si fuese él quien las espía entrando en su vida personal sin pudor alguno, al fin y al cabo lo que viene a suponer su trabajo.
Anahí Berneri compone así una historia plenamente femenina que apoya todo el peso en la excepcional interpretación de Sofía Gala. Desconociendo cuál habrá sido su fuente para preparar el personaje, parece una mujer sacada de la propia calle: sus posturas, como se adapta al espacio, como se mueve, como habla, su mirada, su forma de entender el sexo… es todo un prodigio actoral y se agradece muchísimo que la dirección sea femenina porque hay una conexión emocional y sensible que no tendría un hombre.
Alanis es una radical y realista apuesta del cine argentino por conmover, perturbar y, en cierto modo, enseñar una cara bastante desconocida de la profesión más antigua del mundo. Un tema del que todos hablamos pero nadie entiende y que toca directamente la dignidad de muchas personas. Es poética, es cruda e inesperadamente bella. Alanis es imprescindible.
Deja un comentario: