Carmina o Revienta

Carmina o Revienta: Amor de hijo

El actor Paco León debuta tras las cámaras con una película-homenaje a su madre. Qué mejor manera de agradecerle la vida que escribiéndole una historia pensada para ella. Carmina Barrios (quien, a día de hoy, debe de ser la madre más orgullosa de España) es una señora de 58 años de esas que, de tan valientes son únicas. Su familia es lo primero para ella y no importa el qué ni el cómo con tal de que salga adelante.

 

Con la protagonista clara desde el germen, León crea con ingenio un mundo para su progenitora, que no dista mucho de la realidad diaria, de ahí que el resultado  haga equilibrismos entre el documental y la ficción. La línea que divide lo grotesco de lo hilarante en la película es tan fina como genial la capacidad del sevillano por desnudar su vida y a la vez jugar al escondite con el espectador.

 

María León en Carmina o Revienta

 

La apuesta es fuerte, pero lo que finalmente se presenta al respetable es un nuevo modo de narrar historias que enseña a todo aquel que disfrute de la cinta lo que podría ser el cine de importar éste y no el negocio tras de sí.

 

El intérprete de Aída deja claro con su primer largometraje que lo que de verdad le importa (viendo la película uno se da cuenta de que el director es pura sinceridad) es contar aquello que pasa por su cabeza más que hacerse millonario gracias a ello. Prueba de esto es el ingenioso y arriesgado modelo de negocio que ha creado para dar a conocer su trabajo, estrenando simultáneamente en todas las plataformas posibles.

 

Dicen los entendidos que esta primera incursión en la dirección del cómico tiene mucho de Berlanga. Que su mirada de la realidad no se entiende sin personajes excéntricos y situaciones estrambóticas que bien podrían haber tenido lugar en El verdugo (Luis G. Berlanga, 1963). Algo de eso hay, sin duda. Como también hay mucho Almodóvar e incluso algo de Muchachada Nui (quizá no fuera la intención, pero la presentación del personaje de Basilio bien podría haber estado interpretada por Joaquín Reyes o Julián López). Sin embargo, también hay referentes norteamericanos reconocibles pero surgidos de manera fortuita (León cita a John Waters como uno de sus directores favoritos aunque no lo haya tenido presente a la hora de rodar) o buscados intencionada y descaradamente a través de las localizaciones y la puesta en escena, sucia, inhóspita, simulando el oeste y dejando un regustillo al Tarantino más gamberro que no es fácil obviar.

 

Desde el trabajo de guión se advierte que el objetivo no es hacer un drama social aunque muestre una realidad deprimida de una parte del país con mala fama. Primero porque firmando quien firma sería un suicidio comercial, y por mucho que los personajes interpretados por él le hagan parecer lo contrario, Paco León es un hombre muy inteligente; y en segundo lugar porque su carrera se ha cimentado sobre un carisma natural dotado para la comedia, aunque ésta provenga de las desventuras familiares acontecidas en la vida real.

 

Carmina Barrios en Carmina o Revienta

 

Pero quien verdaderamente importa porque así lo quiere el creador del entramado es su protagonista, Carmina Barrios. Sin ningún tipo de experiencia actoral a sus espaldas borda lo que para ella ha sido escrito con tal naturalidad que hace de la interpretación un juego de niños. Rompe ante la cámara con sus devaneos y las ilusiones para su futuro y el de su progenie.

 

Y esto mismo puede decirse del resto del plantel. Capitaneado por María Léon (hermana de Paco e hija de Carmina), quien interpreta a una choni de barrio sabiendo hacerse a un lado (para que despunte su madre) y quitarse de encima el rol que le dio la fama en La voz dormida (Benito Zambrano, 2011), se conforma con unos pocos actores profesionales con papeles mínimos y un buen puñado de familiares del clan León Barrios (y algún cameo muy divertido por medio). De los parientes cercanos, quien emociona igual o más que la protagonista es Paco Casaus haciendo las veces del marido de Carmina, Antonio León; pese a que es corto, su papel tiene la mejor escena de toda la película, aunque solo sea por la abrumadora sentencia «la vida es tan bonita que parece real«, que sucede en dicha secuencia y que tan bien resume la idea de la propuesta. El director y guionista muestra un estupendo juicio al no caer en la tentación de reservarse un personaje para él ya que, si bien podría haber vendido con más facilidad el proyecto, le hubiera supuesto un obstáculo a la hora de mostrarse como autor.

 

La ópera prima como cineasta de uno de los actores más en alza de nuestro cine no solo es una excelente comedia, si no que muestra una salida iluminada en la carretera cada vez más oscura en que se está convirtiendo nuestra industria audiovisual.

 

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