La puerta de no retorno

La puerta de no retorno: Road movie con tintes de fábula

Cuando Santiago A. Zannou ganó el Goya por El truco del manco dedicó el premio a su padre. Un hombre negro, viejo, alto y desgarbado se levantó del asiento. Vestido de traje y con un sombrero en la mano saludó a todos los presentes en un gesto que se salió levemente del protocolo que dicta la Academia. Así conocimos a Alphonse, un inmigrante africano, luchador (como todos) pero con una mirada muy especial, detrás de ella se vislumbra inocencia y tristeza. Muchas heridas acumuladas en la retina por el paso de los años, causadas por el irremediable temor a fracasar y a no ser perdonado.

 

El joven director, consciente de que tras la magnética figura de su padre hay un drama humano con grandes posibilidades cinematográficas, ha rodado un documental íntimo, muy personal. Tanto, que por momentos es difícil entrar.

 

La puerta de no retorno

 

La puerta de no retorno comienza con un primer plano de Alphonse delante de un fondo negro. El director le pide a su padre que exprese todo lo que siente con la mirada, sin abrir la boca. Sus ojos y su voz en off son el prólogo de este drama que habla sobre el perdón. Tras 40 años en España, Alphonse regresa a Benín, su ciudad natal. Allí está su única hermana, los demás familiares han fallecido. Tras un encuentro agridulce muy bien fabricado por Zannou, (el director contrató a varios actores para que bailaran y cantaran), Alphonse y su hermana deciden emprender un viaje a la tierra de su madre, que ninguno conoce, para traer un poco de esa tierra a la tumba de su progenitora.

 

La fábula ha sido el vehículo elegido por Zannou para convertir la historia de su padre en un drama universal. Un viaje de redención. La road movie del inmigrante que vuelve a casa. Y el lugar es Benín, un África mucho más amable que el que nos muestran por televisión. De hecho al cineasta le obsesiona tanto mostrar la mejor cara del continente que pasa de puntillas por una de las historias con más carga dramática: Su abuelo paterno fue apedreado por su propia familia por casarse con una mujer de otra etnia. No contentos también le sacaron los ojos. Pero a Zannou no le interesa demasiado contar esta oscura historia, prefiere plasmar la angustia del inmigrante. Y eso sí lo consigue. Entendemos sus motivos y su carga. Sin embargo, el arrepentimiento de Alphonse se hace repetitivo. Al menos Zannou adorna la aventura con sorprendentes escenas, como el sacrificio vudú donde degollan a varios animales, y con momentos de gran ternura, como el cuento que Alphonse relata frente a 40 niños africanos.

 

La puerta de no retorno

 

El documental está rodado en cine. Zannou se obligó a rodar el mínimo metraje posible y dota cada escena de tanta verdad que las hace únicas (aunque el cuento se repita). Las lágrimas no dejan de correr en el rostro de Alphonse y el director de Carabanchel lo plasma con cercanía, diseccionando cada instante. Como en una de las mejores escenas (también una de las más sencillas) donde el protagonista ya en Benín mantiene una sincera conversación con un taxista. La amargura del arrepentimiento salpica al espectador. Que éste y otros momentos del documental estén o no precocinados por Zannou no tiene la menor importancia, lo imprescindible en este caso es que haya honestidad en el sufrimiento de Alphonse. Y la hay. Quizá demasiada.

 

En ese sentido el realizador no se censura y muestra el lado más oscuro y trágico de su padre. A Alphonse le gusta mucho la cerveza, tanto que en un tiempo gastó demasiado dinero en ella. Zannou lo cuenta sin tapujos. Al final, La puerta de no retorno ha sido un viaje al pasado para Alphonse y una profunda reflexión sobre sí mismo para Zannou. Una fábula familiar que difícilmente interesará al gran público pero donde se pueden encontrar pistas del mejor cine comprometido de nuestro país.

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