A todos, dentro del orden establecido por la sociedad, nos encasillan en un determinado apartado según nuestra edad o etapa vital. En la treintena toca pensar en el trabajo fijo, una pareja, crear una familia, tener la vida social exigida,… Es decir, conseguir aquello que denominan estabilidad. Eso, claro está, si se quiere ser una persona normal. ¿Y qué es normal? Leticia Dolera es lo que se pregunta en su primer largometraje como directora.
La también actriz hace un reflexión sobre las promesas que hicieron a toda una generación sobre lo que tendríamos al llegar a los treinta. Sea la crisis o el factor que sea, caímos de bruces con las expectativas prometidas al salir de la universidad con nuestros títulos bajo el brazo. Y aquellos que se han quedado por el camino y no poseen todo el combo de aptitudes se les tilda de fracasados. A ellos va dirigida esta película, a los que se inventan nuevos requisitos y les trae al pairo lo instituido.
Todo esto, claro está contado con mucha dulzura y colorines. Dolera pone empeño en cuidar la bonita estética naif. Su cinta está muy bien asentada entre la gama de tonos pastel, en los que no desentona nada del vestuario, ni una sola camisa con cuello baby doll, ni estampados de lunares, ni cualquier uniforme para vender galletas para perros. Color y azúcar que no falte.
Dolera cuida su historia y su mensaje acerca de las expectaciones que uno tiene de su futuro. Sea una vida de cartón o plástico, cada uno se la diseña y redecora como le apetece, como la famosa tienda de muebles y decoración –por cierto, que es otra protagonista en la historia. Cada uno escoge el diseño que más le gusta y se la monta siguiendo unas instrucciones. Algunas de éstas vienen por pasos. María de las Montañas (el personaje de Dolera) también las sigue, pero optará por leerlas con otra visión. Dolera escoge buen casting. Los selecciona entre los rostros punteros del cine patrio, ahí están Micky Esparbé o David Verdaguer, o algunas más asiduas como Alexandra Jiménez o Nuria Gago, Silvia Munt, o la mediática Carmen Machi.
La directora sabe reírse de sí misma y de las situaciones embarazosas que todos hemos sufrido en algún momento de la vida. Aquellas que nos persiguen y que debemos asumir y tomarnos con humor, igual que lidiar con la familia que nos toque, por muy estrambótica que sea. Por eso también se fija en los integrantes de su familia, que son sus cosas, también ellos buscan el ser felices, pese a ir contra las normas. Según se sale del cine da ganas de ir a atiborrarse a una merendola con amigos de los buenos. Y es que el azúcar de la película no empalaga. Es amena y positiva. Leticia, has acertado con los requisitos.
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