Vulnerables

Vulnerables: Dirigido por… Alan Smithee

Alan Smithee es el pseudónimo que suelen utilizar los directores cuando, por una razón u otra razón, no quieren figurar en los créditos. Sí, muchas veces la motivación es huir de un mal producto. Vulnerables, por decirlo de la forma menos dolorosa posible, es un despropósito autoproducido. Y gracias. Si esta película hubiera sido beneficiaria de algún tipo de subvención de carácter estatal, ahora mismo estaría ardiendo el Ministerio de Cultura.

 

Hay que alabar la labor de Miguel Cruz para sacar adelante su proyecto. A nivel industrial no hay nada que reprocharle; al contrario, demuestra que cualquiera puede llegar al circuito comercial sin necesidad de ayudas, contando además con Paula Echevarría, chica con solera en el papel couché. Ahora bien, a nivel artístico, su debut hace aguas por todas partes.

 

Partimos de la premisa de que Carla (Paula), madre de un bebé prematuro, tiene que abandonar la ciudad (por recomendación médica) para prevenir futuros problemas respiratorios del crío. ¿Y a dónde se van? A una finca en medio de la estepa manchega, a un finca familiar abandonada 20 años atrás en la que la arena y el polvo acumulado son los amos y señores de la estancia. Normal que pasen cosas malas.

 

Vulnerables / Paula Echevarría

 

Bromas aparte, hay que hacer un enorme esfuerzo por no desconectar y tomarse en serio este thriller psicológico en el que las escenas de transición con Paula Echevarría paseando de un lado a otro y en las que es advertida son la nota dominante. 84 minutos que podrían condensarse en apenas 15. Es decir, como cortometraje habría tenido un gran potencial (historia de género, con una cara conocida como protagonista), pero como largo se pierde irremediablemente. Una trama insustancial, aburrida (con un doppelgänger como telón de fondo), a la que se unen actores estereotipados que no se creen lo que sucede y situaciones tópicas a más no poder.

 

Bueno, hasta cierto punto es perdonable. Películas malas que han llegado a las salas ha habido siempre. Pero que ya a nivel técnico compita con el cine amateur y haya que gastarse una media de 9€ por entrada (si hablamos de Madrid, por ejemplo) para verla… tiene delito. Montaje, fotográfica, dirección, arte… habría para todos, pero es el sonido el que se lleva la palma. Porque no puede ser que el audio varíe tanto entre un plano general a un primero y que haya momentos en los que no se entienda lo que dicen los actores. Por no hablar de una elección musical completamente fuera de lugar que transmite sensaciones contrapuestas a lo que reflejan las imágenes.

 

Todo va sumando y acercando más a Vulnerables hacia la comedia involuntaria que hacia el angustioso thriller que presumiblemente estaba descrito en el guión. Porque ir a una carnicería a comprar una cuña de queso y que te atienda un señor de 40 años que debe de seguir viviendo con su madre, es para echarse unas risas.

 

Durante la realización del proyecto la ceguera se volvió una epidemia entre los miembros del equipo. Si no, no se explica el resultado. Ahora bien, con este finalizado había dos opciones sensatas y una pésima. 1) Enterrar la película y olvidarse de ella. A veces se gana y a veces no. 2) Firmar como Alan Smithee y minimizar los daños. 3) Estrenarla tal como se ha hecho.

 

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