La última película de Steven Spielberg (Cincinatti, Ohio, EEUU, 1946) adaptación a partir de los comics de Tintín, supone un compendio de los títulos El Cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El Tesoro de Rackham el rojo. Está rodada a partir de la técnica denominada motion capture que consiste en la grabación de los gestos faciales y corporales de actores reales para la posterior adaptación de estos mediante técnicas informáticas a entornos virtuales. De esta manera, a través de efectos especiales se ha conseguido una mezcla entre animación y realismo que aunque parte de las líneas y dibujos del comic original, va mucho más allá, recreando un mundo en tres dimensiones a partir del ideario y la cosmología que iniciara Hergé en su momento (Etterbeek, Bélgica, 1907 – Woluwe-Saint-Lambert, 1983). Esta película se alimenta de anteriores experimentos que han utilizado esta misma tecnología, como Polar Express (2004), Cuento de Navidad (2009) o Beowulf (2007) de Robert Zemeckis (Chicago – EEUU, 1952), estando Tintín mucho más cerca del tono del comic y la viñeta infantil que de estos experimentos de adaptación literaria, de tono más serio y dramático, dirigidos a públicos más adultos en el caso de las dos últimas.
La historia que ha sido adaptada a partir de retales de diversos números de la colección, se centra a grandes rasgos en la búsqueda por parte de Tintín, un joven periodista con ínfulas de arqueólogo, de una serie de pequeñas maquetas de barcos que contienen las claves para encontrar el tesoro de un antiguo pirata. Para ello, contará con la ayuda de Haddock un marinero con serios problemas de alcoholismo y su inseparable perro Milú.
Narrativa sencilla propia del género de aventuras
La película que narrativamente focaliza su trama en la investigación del protagonista, y la relación de este con Haddock, evoluciona a través de la introducción por un lado de personajes secundarios, como son Hernández y Fernández o el ladrón de carteras, que apoyan la trama principal y que a pesar de no estar desarrollados en exceso, consiguen a través de su forma, ser descriptivos y reconocibles. Y por otro lado, a partir de la introducción de diversos flashbacks en forma de recuerdos de Haddock en los que aparecen piratas y luchas navales, y demás elementos propios del género de acción. Sin embargo, la trama central se centra en la venganza y la búsqueda del tesoro, sin incidir más allá en otra serie de temas, que por secundarios pasan inadvertidos. Eso sí, la propia búsqueda del tesoro, de nuevo, remite a multitud de escenarios inherentes al género de aventuras, como son los barcos en medio del océano, el viaje en avión, en motocicleta, el desierto o los palacios y grandes caserones olvidados.
Tintín y el secreto del Unicornio se articula a partir de elementos clásicos como son el tiempo en suspenso, la tensión y el «más difícil todavía» unido a una constante huída aderezada por una banda sonora extradiegética que recalca cada caída, salto y zambullida. Sin embargo, gracias por un lado a estos elementos y a las cuidadas texturas y efectos especiales, cambios de secuencias y aparición de nuevos personaje, y por otro lado, a los imposibles planos, travellings y planos-secuencias que se consiguen a través de la técnica de animación en motion capture, la película no resulta aburrida. Es más, es la película que todo niño de 12 años, incluido yo mismo, hubiera deseado ver a esa edad. Y además en 3D, técnica que personalmente creo poco desarrollada, pero que convierte la experiencia en un parque de atracciones.
Cabe destacar, además, los créditos de inicio, minimalistas, con líneas claras y colores vivos, de inspiración directa en las dos dimensiones de los comics, que se asemejan en gran medida a los diseñados para la película Átrapame si puedes (2002), en los que el protagonista Tintín, huye de diversos enemigos mientras los créditos van pasando.
Spielberg, un antes y un después del género de aventuras
Intertextualmente, las reminiscencias a películas como Tiburón (1975) o Indiana Jones (1981, 84, 89) dirigidas por el propio director, hacen hincapié en la importancia que ha tenido Spielberg en la evolución y transformación del propio género de aventuras a lo largo de los últimos 30 años, y de lo consciente que es de ello, pudiendo permitirse el lujo de plagiarse a sí mismo. Si Indiana Jones y la Calavera de Cristal (2008) suponía en sí misma más que una continuación, una copia actualizada a partir de efectos especiales de las tres películas anteriores del héroe adornada con ápices y detalles de la ciencia ficción y serie B que el propio Spielberg llevara a cabo en E.T. (1982) o Encuentros en la Tercera Fase (1977), Tintín y el secreto del Unicornio puede entenderse estética y visualmente como la evolución natural del director hacia una nueva búsqueda del concepto del género aventurero, apoyado en los efectos digitales y la búsqueda de nuevas referencias cinematográficas externas a su propio cine.
A pesar de todo, Spielberg no siempre ha resultado innovador, pero en el peor de los casos siempre ha resultado entretenido, y en el mejor, un creador de figuras hipertextuales, archiconocidas, e icónicas del pop. Así que es posible que el estilo Hergé se ponga de moda durante los meses posteriores al estreno de la película. Y al igual que en los comics de Hergé, dado el final abierto de la película, y la posterior adaptación que se espera de Peter Jackson, (Nueva Zelanda, 1961) esta moda puede que dure aún mucho más tiempo.
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